Lectura de la profecía de Jonás.
La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos: «Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que yo te indicaré». Jonás partió para Nínive, conforme a la palabra del Señor. Nínive era una ciudad enormemente grande: se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás comenzó a internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: «Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida». Los ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se quitó su vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza. Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: «Por decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; vístanse con ropa de penitencia hombres y animales; clamen a Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos. Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no perezcamos». Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió. Palabra de Dios.
Comentario: La predicación de Jonás en Nínive tuvo sus frutos. Su insistencia para que cambien de vida y se conviertan llegó hasta el corazón del rey, pues guardó el ayuno. Así, el Señor, que es misericordioso y compasivo, perdonó los pecados del pueblo y no realizó castigo alguno. Para Dios no hay pecados imperdonables, pero a pesar de los crímenes y delitos en Nínive los perdonó.
R. ¡Yo pongo mi esperanza en ti, Señor!
Desde lo más profundo te invoco, Señor, ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
Aleluia. Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican. Aleluia
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada». Palabra del Señor.
Comentario: ¿Qué es lo más importante, lo que está establecido por ley o la acogida a la novedad del Reino? Marta cumple con lo que manda la «norma» acerca de la hospitalidad, pues ella hace hasta «cumplir». En cambio, Marta «cumple», pero con una actitud novedosa que sale de su corazón. Una oración que no conduce a la acción concreta hacia el prójimo y necesitado resulta estéril e incompleta. Pero, al mismo tiempo, cuando en el servicio eclesial se está atento solo al hacer, a las funciones, a las estructuras, y se olvida la centralidad de Cristo, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el que más sufre.
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Gloria a Ti Señor Jesús…