Juan Alejandro Castro Guerrero, Psicólogo, Universidad las Américas sede Viña del Mar,Coordinador departamento socioemocional colegio Jean Paget.
En un hermoso día de diciembre, el sonido de los pájaros invitaba a disfrutar hasta el atardecer. Bruno, mientras iba a la cocina a desayunar, prefería el invierno con la lluvia como bendición, la cocina a leña encendida con té o hierbas de su pequeño jardín.
-Bruno: Buen día, mi amor. ¿Y mamá?
-Delfina: Buen día, mi amor. No sé nada de ella. Espero que esté bien.
-Bruno: ¿Hay algún problema?
-Delfina: No. Tú sabes que no, pero algo me incomoda. Su mirada de queja constante, siempre quejándose de achaques de salud. Parece que siempre algo le duele.
-Bruno: Mi amor, comprendo. ¿Es un problema que esté aquí con nosotros unos días?
-Delfina: Para nada. Cocina rico. Estamos haciendo pan navideño con su receta. Salimos cuando se siente bien, tejemos de vez en cuando, pero me gustaría poder decirle cosas sobre su salud que merecen ser evaluadas. Me callo para no romper nuestra relación y piense que no la queremos.
-Bruno: Gracias, mi amor. Hoy daré un paseo por el molino de Don Alfredo y traeré unas ramitas para el pesebre.
A Bruno le gustaban los desayunos con huevos, esos de yema roja. Estaba en eso cuando entra su mamá, una mujer de estatura erguida, tez blanca, ojos claros, pelo canoso bien cuidado, un vestido hermoso, un pañuelo al cuello, toque de feminidad. La Señora Isidora, viuda desde hace unos veinte años, visitaba a sus hijos con frecuencia.
-Isidora: Hola, Brunito. ¿Y tus huevos? Te van a hacer mal. No has visto los matinales.
-Bruno: Hola, mamá. Algún vicio me ha quedado de mi infancia. Tengo todo listo en la canasta. Me gustaría que me acompañaras a dar un paseo.
-Isidora: ¡A esta hora! Tan temprano. No dormí bien, me duele todo el cuerpo. No te olvides que me tengo que tomar mis pastillas cada cuatro horas.
-Bruno: Mamá, ¿tantas pastillas? ¿Para qué son?
-Isidora: Una para la masa muscular, hipotermia accidental dice el médico, otras para el asma, otras para dormir, de vez en cuando para la digestión, cuando me siento mal, mi vecina me da una para la presión, también me dio una para la memoria, sin contar las que tomo cuando no tengo hambre, para el apetito.
Bajo la mirada de su esposa, Bruno sale de la cocina y vuelve con un abrigo suave y un sombrero. Con una mano, toma del brazo a su mamá; con la otra, el canasto. La mamá de Bruno tenía ganas de reclamar, pero confiaba en su hijo. Se despidió de Delfina, y juntos caminaron hacia su destino.
La caminata no fue larga. Bruno recordaba cuando su mamá lo llevaba de paseo. Ahora él la llevaba sin apuro. Llegaron al molino de Don Alfredo, acomodaron una mesita con dos sillas junto al molino, sacaron el mantel y las cosas que traían en la canasta. La Señora Isidora estaba contenta por el lugar escogido, pero más por estar con su hijo. Hablaron de varias cosas.
-Bruno: ¿Mamá, ¿qué te parece el lugar?
-Isidora: Lindo. Me siento en paz. Me gusta el molino. Me acuerdo de que vinimos varias veces con tu papá. Mira, y sigue funcionando.
-Bruno: Así es, mamá. Escuchas cómo cruje el eje. La madera ha tenido que ser cambiada en varias ocasiones por el tiempo y su trabajo en contacto con el agua.
-Isidora: El ruido del eje es música para mí. ¿Será por los recuerdos?
-Bruno: Este molino, aparte de recuerdo, es de gran valor. Dio mucha vida en los riegos de frutas, hortalizas, árboles frutales, agua para aves peregrinas, etc.
-Isidora: Cierto, hijo. No me había detenido en eso, pero lo encuentro algo desgastado. Le hace falta una reparación.
-Bruno: Este molino es de Don Alfredo desde hace años. Creo que nació con el molino. El desgaste es normal. Por el tiempo, hay cosas que se podrían reparar y creo que otras no. Si es así, Cristian, su hijo, si lo cree conveniente, lo hará. Tal vez le sea más conveniente hacer otro molino, o se dedicará a otras cosas. Mamá, tú sabes que los hijos tienen una mirada de la vida distinta de los padres.
-Isidora: Tiene razón. Este es el molino de Don Alfredo. Si hacen otro molino, este será del joven Cristian. Si no, este quedará como recuerdo de buenos tiempos.
-Bruno: Para evaluar el molino, debe venir un experto. Él dirá cuál es la pintura, la madera, todo lo importante para su funcionamiento. Uno podría dar soluciones de parche.
La mamá de Bruno se quedó pensativa. Parece que su hijo la trajo aquí por algo. Era una mujer que podía ver los acontecimientos de la vida sin dificultad. El molino y yo, pensó, su deterioro y mi parte fisiológica, mi mirada sin agua de vida, como cruje el molino, es como mi ruido de queja. El molino dio vida, eso me gusta, pensó, igual que yo. Isidora tomó el té en silencio. Bruno no interrumpió. Él sabía que el aprendizaje está también en el silencio. Isidora se levantó, extendió los brazos a su hijo amado. Él se levantó, la abrazó. Ella con los ojos empañados, él con una sonrisa de amor y el molino girando, dando vida.
Bruno tomó del brazo a su mamá y tuvieron una profunda conversación sobre la calidad de vida y el molino como testigo.
“En la plaza, junto al banco de los secretos, me encuentro con gente que me enseña a ver la vida, iluminada por su interior, lo cual siempre agradezco por la mirada nueva, sencilla y la experiencia para compartir.
-Don Marco me decía: desde que vi La Guerra de las Galaxias, supe que la fuerza estaba en mí.
-Doña Carmen me trajo una rica empanada vegetariana. Estoy feliz con mi nueva dieta mediterránea.
–El querido Efraín tiene una pequeña pensión, me decía Bruno. No sabes lo feliz que me siento cuando voy al supermercado y veo tantas cosas que no necesito.
-Matilde trabaja con patrones que tienen muy buena situación económica y me decía: mis patrones son tan pobres, tan pobres que solo tienen plata.
-Clara y Rosa venían de su clase de gimnasia para la tercera edad y comentaban: cierto que llegamos cansadas a casa, pero con el corazón liviano.
-El joven profesor de historia iba con unos alumnos, hablando de monumentos. Se paró frente a mí, me miró y les dijo: la mejor historia que hay es cuando somos protagonistas de ella y dejamos semillas. Le devolví la mirada con una sonrisa.
-Bruno: Mamá, en tus vidas siempre hay gente buena que nos da el aprendizaje para una mejor calidad de vida. Como hemos conversado en otras ocasiones, la persona que no es feliz con poco, nunca lo será con mucho.
Bruno dejó a su mamá con su esposa. Le habían encargado harina tostada para una receta familiar. Su mamá y su esposa conversaban alegremente. Su mamá le contó a Delfina que antes de venirse del molino, Bruno tomó un pequeño tiesto, sacó agua del molino y me mojó. Yo gritaba, después se rieron. No te le quita lo pelusa, le dijo. Desde la puerta, Bruno les dijo, sin dejar de reírse: Mamá, lo hice para que no te olvides que hoy el molino te dio agua de vida. Delfina le dijo a su suegra: Por eso amo a su hijo. No se le quita lo travieso, a veces es hasta inoportuno. Solo a veces.
-Delfina: Suegra, ¿qué le parece que preparemos un chocolate caliente y lo servimos junto al pesebre para cuando llegue Bruno?
-Aurelia: Buena idea. Podríamos añadir un trozo de pan navideño.
Al atardecer, llega Bruno y encuentra a su mujer y a su madre junto al pesebre esperándolo. “Hijo, quiero pedirte dos cosas”. ¿Ok? Escucho, dijo Bruno. “La primera“, dice su mamá, “quiero brindar con este rico chocolate por esta tarde y el molino que me dio los recuerdos de ayer y los desafíos de hoy. La segunda, ¿qué les parece si vamos a misa de Navidad? Tengo mucho que agradecer, y luego volvemos por la segunda parte del chocolate y el pan navideño que hicimos con cariño y alegría“.
Un abrazo en el comedor para confirmar las dos peticiones. Los tres, aunque no giraban, su amor no dejaba de mover su interior.
No tan lejos, el molino seguía girando, dando vueltas en compañía de Cristian, pensativo, hijo de Alfredo, que dejó por herencia a su hijo más que un hermoso molino.
Desde el punto de vista fisiológico, la principal característica del envejecimiento es la progresiva pérdida de la masa corporal. Es un deterioro normal a medida que pasan los años. Puede asumirse con una mirada de victimización o como una limitación. Esta última mirada llevará a las personas a disfrutar la vida con sus fortalezas aún presentes.
“La percepción que tiene una persona sobre su posición en la vida, dentro de un contexto cultural y sistema de valores en que vive, con respecto a sus metas, expectativas y preocupaciones.”
Abordaremos algunos temas para que la percepción de la vida tenga un refuerzo positivo.
1. Alimentación:
Factores psicológicos como la depresión y la soledad afectan la nutrición. Una dieta equilibrada incluye:
2. Ejercicio
3. Pensamiento positivo
Buscar paz y tranquilidad, evitar discusiones.
4.Apoyo Tecnológico:
Atrévase a la tecnología. No se desvalorice. Hay programas que puede aprender sin mucha dificultad.
5. Empiece hoy por su calidad de vida.