Bruno se dirigió a la cancha. El domingo en la tarde jugaban todas las divisiones de fútbol. Comenzaban los niños, luego los juveniles y adultos, y más tarde los seniors que, a pesar de los años, aún eran felices tras la pelota. Por generaciones, para este pequeño pueblo, la misa del domingo, el almuerzo de tallarines con mechada y los partidos de futbol, eran la tradición.
Los padres acompañando a sus hijos. En el público se juntaban las familias. Los más entusiastas eran los abuelos, quienes, como reflejándose en sus nietos, daban constantes instrucciones. En esta asociación sencilla, la vida de domingo, algunas promesas llegaron al futbol profesional, lo que motivaba a muchos jugadores jóvenes.
Los goles se celebran en la cancha. En la pequeña galería los más futboleros. Alrededor de la cancha, público con sus tecitos, huevos duros, pan con arrollado. Más allá de los resultados, lo valioso era que todo se hacía en un ambiente de amistad: un encuentro de generaciones. Al empezar el partido un saludo protocolar, al terminar un abrazo. Así fue antes y aún se sigue haciendo. A Bruno le gustaba ir a ver los partidos. En ellos podía observar la identidad de cada jugador en su conducta libre, de liderazgo, esfuerzo, frustraciones, alegría, trabajo en equipo, superación… Cada equipo debía y tenía que poner a todos los jugadores que se presentaban, más allá de sus fortalezas, debilidades e interés. Un poco antes de que terminaran los partidos, Bruno se iba a la plaza al banco de los secretos, seguro que alguien llegaría por ahí. Sonaron las campanas de la iglesia Sagrado Corazón, la misa de la tarde que también era bien concurrida.
Bruno miro a lo lejos a su sobrino, que venía corriendo. En la tarde de domingo, los niños se juntaban en la plaza, un espacio donde ellos eran el centro de la familia. Bruno pensó: “que bendición del Dios de la vida, vivir en este lugar, entre el ayer y hoy”.
“Hola tío”, dijo Ángel. “Hola, aun con fuerza después del partido”, respondió Bruno
-Sabía que estarías aquí. Quería hablar de un tema que me preocupa. Creo que no tengo personalidad. Me he dado cuenta, cuando estoy con otros, que me gustaría ser como los otros.
“Vamos por partes” dijo Bruno. “Lo que tu tal vez no tienes es desplate. La PERSONALIDAD es inherente a toda persona y tiene dos pilares. Uno es el TEMPERAMENTO, el cual heredamos de nuestros ancestros, así como el color de piel, de ojos, la estatura, la parte biológica, etc. Eso no se puede cambiar. El segundo pilar es el CARÁCTER, que es lo que sí podemos cambiar, no importando nuestra historia de vida, con valores, creencia, proyectos, etc. Podemos seguir la historia familiar o cambiarla según nuestras decisiones. Ejemplos de eso hay muchos. La personalidad solo se puede ver, medirse por intermedio de la conducta”.
-A mí me gustaría ser como otros, ser bueno para la pelota-dijo Ángel. Y Bruno le respondió: “Hoy estuve en la cancha. Había dos equipos: los de camiseta verde y los de camiseta morada. A simple vista, todos iguales, los verdes y de igual manera los morados. Y para diferéncialos, un numero en la camiseta, sin nombre, y algunas pequeñas diferencias.
-Pero hay diferencias, cuando jugamos- replicó Ángel.
-Eso es rol, lo que cada uno tiene que hacer- le explicó Bruno. -¿Te diste cuenta que no sé por qué motivo había dos jugadores con el número 7, en el mismo equipo, con el mismo color de camiseta¿, ¿cuál era el 7 realmente? Lo que nos identificá esta más allá de una camiseta
-Para muchos la camiseta lo es todo- afirmó Ángel.
-Las camisetas, son como la ropa, no define lo que realmente somos- continuó Bruno. -Después del partido, dejamos las camisetas para el lavado. En la cancha demostramos algunos rasgos de nuestra identidad que son comunes y otros que son únicos a cada persona.
-Me dices que los rasgos son propios de cada persona, que van conectada a nuestra identidad- sostuvo Ángel.
-Si, algunos son generales como el sexo, lo biológico, clase social, cultura, educación, historia de vida, y los personales son el equilibrio de imagen positiva, adaptación a los acontecimientos, etc.- explicó Bruno.
-¿Y porque creo solo tengo debilidades y estoy estancado?- preguntó Ángel.
-Mira ya que estamos frente a la iglesia Sagrado Corazón, te citaré a Mateo 3, 17: “Este es mi hijo amado en el tengo complacencia”. Evalúa tus fortalezas como tus debilidades, asociadas a tu autoconcepto, autoimagen y tu autoestima, lo que es importante para tu bienestar y confianza. Yo sé que muchos te quieren, lo más importantes que tú te quieras.
-El domingo me gustaría ser como el flaco: hace goles, lo aplauden, es bueno- planteó Ángel.
-Lo repito: los rasgos de una persona son únicos- insistió Bruno. -Te diré una frase de los abuelos: “cada mono tiene su gracia”. No busques la gracia de otro, la tuya es especial. Da gracias por los rasgos que te hacen único, trabaja con la inteligencia.
-He leído que la inteligencia es la capacidad de resolver problemas, planear, aprender de la experiencia, y adaptación al medio- comentó Ángel.
-Eso es -respondió Bruno -En todo lo conversado, usa la inteligencia, ¿qué te podrá ayudar mañana para tu identidad?
-Me pondré a ver mis fortalezas, mis debilidades. Ya soy único y daré lo mejor- contestó Ángel.
-Yo, como cada día me pondré contento: es mi mejor traje- sonrió Bruno.
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Muchas veces fuí Angel, hoy me toca ser Bruno !!!