En este primer domingo de julio la comunidad cristiana celebra el 13° del tiempo Ordinario. Acoge en la celebración dominical hermosos textos bíblicos, que ofrecen numerosas perspectivas para la reflexión personal y comunitaria (cfr 2Re 4, 8-11. 14-16; Sal 88, 2-3. 16-19; Rom 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42).
El Evangelio que se proclama en las celebraciones de este día es un pasaje bíblico que contempla algunas de las exigencias radicales en el seguimiento del Señor. Ni siquiera el afecto a los padres o a los hijos puede sobreponerse a la fidelidad a Él: “Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí” (v 37). Para seguir al Señor es preciso cargar la propia cruz: “Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mí” (v 38). Incluso la propia vida en el seguimiento del Señor es un valor relativo: “Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la conservará” (v 39).
Por otra parte, el Señor promete el premio a quienes acojan a sus enviados: “El que los recibe a ustedes a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió. Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo” (vv 40-41).
Como en cada domingo -también en éste- los textos bíblicos ofrecen numerosas perspectivas para la reflexión personal e idealmente también la que se pudiere realizar en familia y en comunidades. Les propongo las siguientes: Gratitud a los padres y a otros miembros de la familia, conservando el anhelo de manifestarles afecto y cercanía mientras vivamos. No obstante, todo ello supeditado al seguimiento, la fidelidad y las exigencias del Señor. Luego, tengamos presente que con frecuencia se presentan en la vida -también familiar-, decisiones complejas, que atañen a la fidelidad al Señor requerida, en relación a opciones familiares o provenientes del ámbito social. En estos desafíos, el amor a Dios, como a Jesús es prioritario. Nuestro Señor, en su Palabra, vida y obras, nos ofrece un bello ejemplo de fidelidad y radicalidad, en la entrega de su propia vida por amor y obediencia al Padre eterno, mismo amor que manifiesta por nosotros y nuestra salvación. Son millones quienes a lo largo de los siglos -como los santos, mártires y numerosas personas buenas- han amado y seguido al Señor en radicalidad e integridad de vida.
Las exigencias que debemos asumir por amor al Señor en el camino de su discipulado, es la radicalidad requerida en el Evangelio. En numerosas ocasiones estamos llamados a tomar la cruz y seguirlo, renunciando incluso a aspectos buenos y legítimos, hasta entregar la propia vida si fuere necesario, para encontrar en Él su plenitud y también el cumplimiento de los anhelos del corazón.
En este domingo pedimos al Señor la gracia y fortaleza para el discernimiento diario y la sabiduría necesaria cuando nos encontremos ante propuestas en las cuales es complejo optar. Que podamos, en su ejemplo -también en el de los santos y de los mártires- saber renunciar incluso a ofrecimientos buenos, estimando por absolutamente superiores las opciones de nuestro Señor y de su reino.
René Rebolledo Salinas, Arzobispo de La Serena