El Domingo pasado celebramos con gran alegría a nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile. El acto principal fue la celebración de la santa Eucaristía y la procesión que se tuvo en parroquias y comunidades. En el centro de La Serena, desde el templo San Agustín, recorriendo algunas calles de la ciudad colonial, para retornar a la plaza de la mencionada Iglesia. Agradezco a los fieles su participación, sobre todo su amor y devoción a la Virgen santa. Ella nos custodie y proteja, a cada uno y a nuestras queridas familias, como a Chile nuestra patria amada.
En este cuarto Domingo de julio la comunidad cristiana celebra el 16° del tiempo Ordinario. Se dispone a acoger hermosos textos bíblicos, particularmente las enseñanzas de nuestro Señor en Parábolas. En primer término la del trigo y la cizaña, (cfr. Mt 13, 24-30) para proseguir con la semilla de mostaza “que un hombre toma y siembra en su campo” (cfr. Mt 13, 31-32), pequeña semilla, “pero cuando crece es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas” (Mt 13, 32) y aquella de la levadura “que toma una mujer, la mezcla con tres medidas de harina hasta que todo fermenta” (Mt 13, 33). Tienen en común estas parábolas que ponen el acento en la pequeñez del inicio y el gran resultado, pequeña semilla de mostaza que se convierte en un arbusto y levadura que fermenta la masa.
El bien se difunde, gracias a Dios. Tiene su fuente en la misma bondad y misericordia de Dios para con nosotros: ¡Él es el sumo bien! Cada cual realiza el bien en nombre del Señor, en nuestras familias, en la sociedad, en las comunidades. Lo misterioso es que también el mal encuentra eco en el corazón de numerosas personas, con frecuencia también en el nuestro. El mal se manifiesta en el odio, el rencor, la envidia, los celos… en otras actuaciones graves como el terrorismo y el narcotráfico… o el mal causado a personas indefensas. Se expresa en la cultura de la muerte, el aborto, la eutanasia, la guerra… Al Señor no le agrada que haya cizaña en su campo, pero tampoco es su voluntad intervenir extraordinariamente. Permanece la enseñanza bíblica que siendo Padre -paciente y misericordioso- es también juez y hará justicia. ¡No esa nuestra misión! A nosotros nos corresponde solamente proseguir sirviendo en la Viña del Señor, aprendiendo durante los días de nuestra vida sobre su bondad, misericordia y paciencia, procurando respetar la libertad de las personas, realizando el bien en su nombre.
En este Domingo agradecemos muy cordialmente a Dios el don de su Palabra. A Jesucristo, su Hijo, su enseñanza en parábolas profundas y de grandes perspectivas para nuestra vida personal, familiar y en la comunidad de las hermanas y hermanos de camino. En el silencio de la oración, nos preguntamos: ¿Como acojo hoy esta Palabra del Señor? ¿Qué desafíos me presenta? ¿En qué formas percibo la presencia del mal en mi entorno, también en la Iglesia y en el mundo? ¿En qué modo coexisten el bien y el mal en mis propias actuaciones? ¿Cómo estoy aprendiendo del modo en que Dios actúa, con paciencia, bondad, misericordia y gran amor? ¿Facilitamos el camino a los que se arrepienten de errores y tropiezos en su vida?
La coexistencia del bien y el mal no está indicando indiferencia ni retroceso en procurar el primero. No obstante, la convocatoria es conocer cada vez más profundamente las actuaciones de Dios en la historia de la salvación, para en su gracia ser misericordiosos como Él.