El domingo 29 de diciembre pasado, Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, con dos hermosas celebraciones -la procesión desde el templo “San Francisco”, pleno centro de la ciudad colonial, hacia la Catedral Metropolitana, y la celebración de la santa Eucaristía- se dio apertura oficial al Año Jubilar en la Arquidiócesis. Agradecimiento profundo a Dios por esta iniciativa del Santo Padre Francisco y la bendición que tenemos de vivir este especial tiempo de gracia personalmente, en nuestras familias y comunidades, Dios mediante. Invito a todos a leer, reflexionar y meditar la Bula Spes non confundit -“la esperanza no defrauda” (Rm 5,5)- con la cual el Papa convoca a un Año Santo Jubilar, el 2025. Anhela el Santo Padre: «Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1)». Supliquemos ante el altar del Señor las bendiciones del Año Jubilar para nosotros, nuestras apreciadas familias y comunidades, la Iglesia entera.
El pasado martes 31 de diciembre -Día séptimo de la octava de Navidad- en la celebración de la santa Eucaristía, la comunidad cristiana se presentó con gratitud ante el altar del Señor por sus innumerables bendiciones a cada cual, en particular, como también a la entera comunidad. Sin duda, todos reconocemos momentos complejos, difíciles y dolorosos vividos el año pasado, sin embargo, hemos tenido presente las palabras de la Carta a los Romanos: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio” (Rom 8, 28).
El miércoles 1 de enero de 2025, este año con gran participación de fieles -gracias a Dios- se celebró la santa Eucaristía en la solemnidad de Santa María, Madre de Dios; también la 58° Jornada Mundial de la Paz, con el lema inspirador: “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”. En la imposibilidad de transmitir el Mensaje del Santo Padre en esta columna, invito a los amables lectores a conocerlo (click aqui).
En este primer domingo del año 2025 la comunidad cristiana, unida a la Iglesia Universal, celebra la gran solemnidad de la Epifanía del Señor. Su nombre proviene del griego –epi y faino-, en nuestro idioma brillar, manifestarse. Los textos bíblicos, como también los litúrgicos previstos para la celebración eucarística, ayudan a entrar profundamente en el misterio de esta hermosa solemnidad (cfr. Isaías 60,1-6; Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13; de la Carta a los Efesios 3, 2-6; y el evangelio de Mateo 2, 1-12).
La celebración de este día, es memoria de la presentación y manifestación del recién nacido en Belén como Dios y Salvador, a todos los pueblos y naciones, a cada mujer y hombre en todos los tiempos. ¡Él es la plenitud de los tiempos, como también y sobre todo de nuestras vidas! La invitación es a ponernos en camino, como los Magos de Oriente. El Señor, Cristo nuestro Salvador, nos acoge con los brazos abiertos, manifestándonos su amor y el de su Padre, su bondad y misericordia, ofreciéndonos a todos un porvenir de esperanza.