Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Bendecidos por el Señor, hemos llegado al último domingo del año civil, 31 de diciembre. Como comunidad cristiana, junto con celebrar el domingo Día del Señor -encuentro con Cristo Resucitado- tenemos presente igualmente a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Es hermoso recordarlos en medio del Tiempo de Navidad, que se prolonga hasta el lunes 8 de enero, con la fiesta del bautismo de nuestro Señor. En la Eucaristía se proclamará Lucas 2, 22-40 -episodios de la infancia de nuestro Señor, especialmente su presentación en el templo- Evangelio que corresponde también el viernes 2 de febrero, día en que se celebra la Presentación del Señor.
El acontecimiento da cuenta del cumplimiento por parte de María y José a una tradición de su pueblo contemplada en la Ley Mosaica. La madre -cuarenta días después del nacimiento del hijo primogénito- debía presentarlo en el templo. Para el acto de purificación se contemplaba ofrecer a Dios un cordero o un par de tórtolas. María y José realizaron lo prescrito en la ley y acudieron al templo para presentar a su hijo y consagrarlo de este modo a Dios. Ofrecieron -según la prescripción- un par de tórtolas, no contando con el cordero para el sacrificio por su condición de pobreza, sin embargo, presentaron a su hijo, el verdadero cordero que quita el pecado del mundo y ofrece a todos su salvación.
En el centro del relato aparece Simeón y Ana, “hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo” (v 25). Ellos acogieron al niño en el templo: “como luz para iluminar a los paganos y gloria del pueblo de Israel” (v 32). De este encuentro brotó uno de los bellos cánticos que contiene la revelación bíblica y que la Iglesia, tanto en sus ministros como fieles, recita cada día: “Ahora, Señor, según tu Palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto a tu salvación, que has dispuesto ante los pueblos como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel” (vv 29-32). En este día, junto con dar gracias a Dios por la vocación y misión de la Sagrada Familia de Nazaret, oramos por nuestras propias familias. Que ellas, bendecidas por la gracia del Señor y viviendo en circunstancias tan diversas a aquellas de la familia de Nazaret, puedan afrontar los grandes desafíos provenientes de la cultura actual.
Sin duda, los aspectos espirituales que emanan de este acontecimiento bíblico, pueden demostrarse muy significativos para nuestras familias en las circunstancias actuales. La presentación de nuestro Señor, nos indica que en la vida todo proviene de Dios, todo se mantiene y subsiste por Él y que todo debe volver a Él. Prioritariamente la vida, luego los otros bienes con que el Señor nos favorece, día tras día.
Que también nosotros, como Simeón y Ana, tengamos la bendición de encontrar siempre razones fundamentales y profundas para vivir. Sin duda, todo aquello que corrobore al sentido de la vida, debe ser cordial ocupación nuestra. Alabando a Dios por su Hijo Jesús y hablando de Él como la luz de los pueblos, manifestaremos -entre otros- aspectos del encuentro sostenido con Él y que ha señalado para siempre nuestra vida.
Deseo a todos abundantes bendiciones del Señor para este término del año 2023, como de igual modo para el año 2024.