No hay paz, ni tampoco seguridad planetaria, sin un enfoque “integral” de lo que exigen estos objetivos. Un enfoque que contemple una acción internacional concertada sobre los diversos aspectos que caracterizan al “mundo multipolar del siglo XX“, desde el acceso a los alimentos, al agua, a los recursos que garantizan la vida y la dignidad de todos. A los dirigentes de las siete mayores economías del mundo, sentados a la mesa en medio de una guerra en Europa, que no cesa de agitar periódicamente el espectro del conflicto atómico, el mensaje del Papa es claro y reiterado: el uso de la energía atómica es un crimen “hoy más que nunca” y un enemigo de cualquier futuro para la casa común de la humanidad.
Francisco dirige estas consideraciones a monseñor Alexis-Mitsuru Shirahama, obispo de Hiroshima, ciudad que acogió la reunión del G7 hasta el domingo 21 de mayo. En su carta al prelado, el Papa recuerda “la sobrecogedora impresión” que le dejó su visita al Memorial de la Paz, en el lugar de la zona cero el 6 de agosto del ’45, durante la etapa de su viaje apostólico a Japón en 2019. Después de la pandemia y ahora con la guerra, escribe, está claro “que sólo juntos, en fraternidad y solidaridad, nuestra familia humana puede tratar de curar las heridas y construir un mundo justo y pacífico“.
A partir de aquí, prosigue Francisco, se puede entender cómo la búsqueda de la paz exige también que la seguridad global sea “integral“, es decir, “capaz de abarcar cuestiones como el acceso a los alimentos y al agua, el respeto del medio ambiente, la asistencia sanitaria, las fuentes de energía y la distribución equitativa de los bienes del mundo. Un concepto integral de seguridad puede servir -afirma- para anclar el multilateralismo y la cooperación internacional entre actores gubernamentales y no gubernamentales, basándose en la profunda interconexión entre estas cuestiones, que hace necesario adoptar, juntos, un enfoque de cooperación multilateral responsable“.
Palabras que recuerdan el concepto de “ecología integral” de Laudato si’ -según el cual la tierra se salva si se salva el hombre- aplicado aquí a la acción internacional. “No podemos dejar de considerar -escribe a continuación el Papa- el catastrófico impacto humanitario y medioambiental que se derivará del uso de armas nucleares, así como el despilfarro y la mala asignación de recursos humanos y económicos que implica su desarrollo”. Tampoco hay que subestimar “los efectos del persistente clima de miedo y recelo generado por su mera posesión, que compromete el crecimiento de un clima de confianza mutua y diálogo”. Por lo tanto, concluye, “las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva representan un multiplicador de riesgos que sólo ofrece una ilusión de paz“.
Por lo tanto, las oraciones y deseos son para que el G7 en Hiroshima “demuestre una visión de futuro a la hora de sentar las bases de una paz duradera y una seguridad estable y sostenible a largo plazo“.