“¡Qué bueno volver a encontrarnos y hacerlo en esta tierra que nos recibe con tanto color y calor! Juntos en Panamá, la Jornada Mundial de la Juventud es otra vez una fiesta, una fiesta de alegría, de esperanza para la Iglesia toda y, para el mundo, un enorme testimonio de fe”.
Esas fueron las palabras con que el Papa Francisco saludó a todos los jóvenes reunidos en el Campo Santa María la Antigua para la ceremonia de bienvenida y apertura de la Jornada Mundial de la Juventud que se desarrolla en Panamá entre el 22 y el 27 de enero.
En su intervención, Francisco valoró el esfuerzo que realizaron los peregrinos de todo el mundo para llegar a este encuentro. “Yo sé que llegar hasta aquí no fue fácil. Conozco el esfuerzo, y el sacrificio que hicieron para poder participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo, de dedicación, encuentros de reflexión y de oración hacen que el camino sea –el mismo camino–la recompensa”, les dijo.
De acuerdo al Papa, el solo hecho de participar y haberse animado a viajar y compartir sus sueños, ideas y esperanzas con chicos y chicas de diferentes partes del mundo, ha transformado a todos los jóvenes presentes en la JMJ en maestros y artesanos de la cultura del encuentro, en la medida que han sido capaces de dejar a un lado las diferencias y vivir juntos una experiencia transformadora. “La cultura del encuentro es la que nos hace caminar juntos desde nuestras diferencias pero con un amor, juntos todos en el mismo camino. Ustedes con sus gestos y con sus actitudes, con sus miradas, con los deseos y especialmente con la sensibilidad que tienen desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar división”, manifestó.
Para el Santo Padre, “la cultura del encuentro es un llamado e invitación a atreverse a mantener vivo un sueño en común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el tuyo y en el mío”.
Francisco subrayó también que lo que nos mantiene unidos es “un amor que no “patotea” ni aplasta, un amor que no margina ni calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, amor cotidiano, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que sana y levanta”. También invitó a todos los jóvenes presentas a ser “constructores de puentes” y no “constructores de muros que sembrando miedos buscan dividir y a broquelear a la gente”.
Hacia el final, el Papa sostuvo que “lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración. Cada uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos encontramos con los otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hermana y que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón del mundo”.
A su llegada, el Papa fue recibido por el arzobispo de Panamá, S.E. Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A., que lo acompañó en el papamóvil para el recorrido entre los fieles. Una vez llegado al palco, el Santo Padre fue saludado por cinco jóvenes vestidos con trajes típicos procedentes de los cinco continentes. Después de la breve bienvenida al Santo Padre del arzobispo de Panamá y del saludo y el regalo que hicieron al Papa los cinco jóvenes, se llevó a cabo una representación cultural seguida de la historia de los Santos Patronos de la JMJ por jóvenes provenientes de El Salvador, Perú, Haití y México.