El Domingo de Ramos pone fin a la Cuaresma y es el día en que conmemoramos el ingreso triunfal de Jesús, montado en un burro, a la ciudad de Jerusalén, cuando sus habitantes lo reciben aclamándol o con hojas de palmera y lo reconocen como el esperado Mesías, el enviado del Padre, exclamando: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Con este acto litúrgic o damos inicio a la Semana Santa y las estadísticas nos indican que este es el día de mayor asistencia de los fieles a parroquias, santuarios y capillas.
La celebración, en que el color litúrgico es el rojo, tiene tres momentos importantes: la bendición de los ramos, la procesión y la lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Originalmente, el ramo es una hoja de palmera que, para el pueblo judío, es considerada un símbolo de fecundidad y riqueza. En aquellos lugares donde no se cuenta con palmeras, se utilizan ramas de olivo, sauco, abeto o de otros árboles. El ramo constituye un símbolo de renovación de la fe en Dios, así como de la Vida y la Resurrección de Jesucristo.
Con la lectura de la Pasión, recordaremos los momentos más dramáticos de la vida de Jesús, donde se relata su enfrentamiento con el poder político y religioso, que culminará con el Maestro de Galilea clavado en una cruz.
Jesús, en esta semana , nos demuestra que vino al mundo no solo a predicar y anunciar una nueva manera de pensar, de vivir y de relacionarse con Dios Padre, sino a morir por esa verdad. Es el grano de trigo que muere enterrado para dar fruto. Es una nueva vida a partir de la destrucción.
Lo importante de este día es que no acudamos al templo solo para regresar a casa con un ramito bendecido como amuleto de la suerte, sino que sea el inicio de una profunda reflexión sobre los hechos de Semana Santa, que, para nuestro júbilo, finalizan con la Resurrección de Jesús.
¡Que tengan una feliz Pascua!
En Jesús, María y Pablo,
El Director