En septiembre, en la Iglesia celebramos el Mes de la Biblia. La idea es que estos treinta días sean dedicados a intensificar actividades para leer, estudiar, escuchar, meditar y orar con la Palabra de Dios.
La edición original de la Biblia está escrita en hebreo, arameo y griego y ha sido traducida parcialmente a 2454 idiomas e íntegramente a 438. Es el primer libro publicado mediante el sistema de tipos móviles por Gutenberg, entre los años 1454-1455, y es el más vendido en todo el mundo.
Este mes es celebrado por católicos y evangélicos. Nosotros conmemoramos la muerte de san Jerónimo, ocurrida el 30 de septiembre del año 420. Un santo que dedica su vida al estudio y traducción de la Biblia del griego y hebreo al latín, traducción conocida como la Vulgata, término que viene de vulgo, que significa pueblo común y corriente, de modo que con esta traducción, la Palabra de Dios pudo ser leída por todos, porque hasta entonces la Biblia estaba restringida solo a los eclesiásticos.
Los evangélicos, a su vez, recuerdan la edición en español de la Biblia del Oso, que alude a la traducción de Casiodoro de Reina, el 26 de septiembre del año 1569, llamada así porque en la portada tenía un dibujo de un oso comiendo miel desde un panal. Esta traducción, que en el año 1602 es revisada por Cipriano de Valera, da origen a la versión “Reina Valera”.
La lectura de la Biblia nos hace más sabios, nos trae paz y es guía para la vida. Nos ayuda en nuestra relación con Dios, nos enseña historia y nos hace entender la vida de Jesús. Nos habla de fe y puede transformar nuestra vida para bien, porque nos da una nueva perspectiva y nos hace buenas personas.
Leamos, estudiemos, escuchemos, meditemos y oremos con la Biblia no solo en este mes, sino todo el año. Renovemos diariamente nuestro compromiso de profundizar en la Palabra de Dios y aspirar al alto grado de la vida cristiana, que el papa san Juan Pablo II deseaba para nosotros al principio del tercer milenio.
En Jesús, María y Pablo,
El Director