El 28 de diciembre, la liturgia de la Iglesia celebra el Día de los Santos Inocentes. No es un día alegre; no lo es, porque conmemora la matanza de guaguas menores de dos años, ordenada por Herodes (rey de Judea), al enterarse del nacimiento de Jesús.
Las ansias de poder, en la historia de la humanidad, han realizado actos deplorables, pero ninguno como este, donde una autoridad, para perpetuarse en el poder, ordena asesinar criaturas inocentes.
Paradojalmente, la tradición pagana de nuestra sociedad ha eliminado el aspecto trágico a esta fecha, convirtiéndola en una oportunidad para jugar bromas a los ingenuos. En la mayor parte de Hispanoamérica los medios de comunicación publican noticias falsas y las personas se hacen bromas y se piden cosas prestadas, como “broma de inocentes” o “inocentadas”. Esta costumbre viene de los países anglosajones, donde se celebra, el 1 de abril, el “fools day” (día de los tontos), que tiene estas características, que es asumida, primero en España y de allá llega hasta nosotros.
La celebración litúrgica debe recordarnos no solo a aquellos niños asesinados en lugar de Cristo, sino a todos aquellos inocentes perseguidos y asesinados en la actualidad. Los humanos somos capaces de monstruosidades que nos avergüenzan. Porque es vergonzoso, por decir lo menos, que se apruebe una ley que permita matar a una guagua en gestación.
No hay nada más hermoso que la llegada de un niño a una familia. Todos nos enternecemos al tomarlo en brazos, ver su rostro de piel nueva, su mirada luminosa y oler su aroma a “guagua”. Pensemos, en el día de hoy: ¿Cómo es posible, que una autoridad, para perpetuarse en el poder, haya ordenado asesinar a unas criaturas? Y en el mismo contexto: ¿Cuántos asesinatos de personas inocentes se han realizado en el mundo, única y exclusivamente por razones de poder?
Continuamos asesinándonos por motivos religiosos, políticos, económicos y cada vez que denunciamos estos crímenes, clamamos indignados “Ni uno/a menos”, para luego enterarnos de que estos hechos se continúan repitiendo.
No permanezcamos indiferentes ante estos genocidios, despertemos en nosotros la solidaridad y unamos nuestras voces y nuestras acciones en defensa de los inocentes que continúan siendo asesinados.
Que la llegada del niño Dios en Belén nos llene de ternura y nos haga mejores personas. Que tengan una Feliz Navidad en familia.
En Jesús, María y Pablo,
El Director