Comienza un nuevo año y la liturgia lo inicia con la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, del griego Θεοτόκος, Theotokos, en latín, Deīpara o Deī genetrix, que significa, literalmente, “la que dio a luz a Dios”. Dogma definido en el Concilio de Éfeso en el año 431. En este día, en el que también celebramos la Jornada Mundial de la Paz, nos encomendamos, nuevamente, a los maternales cuidados de María, en estos aciagos tiempos de pandemia.
El día 3 se celebra la Epifanía del Señor, del griego επιφάνεια, epiphaneia, que significa manifestación, aparición, revelación. Esta fiesta, una de las más antiguas de nuestra Iglesia, rememora el develamiento de la divinidad del Hijo de Dios a todos los pueblos, representados por los Magos de Oriente, quienes, guiados por una estrella, llegan al lugar en donde nace Jesús y le entregan regalos: oro como reconocimiento de su realeza; incienso, como un homenaje supremo a su divinidad; y mirra, como anuncio a sus padecimientos como Redentor.
En algunos países de Europa y Latinoamérica esta fiesta es llamada “Reyes”, ocasión en la que, popularmente, al igual que en Navidad, los niños reciben regalos y se acostumbra comer la Rosca de Reyes, un pan dulce, con frutas confitadas y algunas sorpresas en su interior.
En el norte grande de nuestro país, particularmente en Arica, Iquique y Antofagasta, y todos sus pueblos aledaños, se le denomina Pascua de los Negros, que tiene su celebración central en el Santuario de la Virgen de La Tirana. Esta fiesta se remonta a los tiempos de la Colonia, cuando hubo esclavos africanos. Mientras los hacendados españoles celebran “Reyes”, les conceden el día libre, que ellos aprovechan para descansar y rendir culto, con cantos y danzas, al Niño Dios, identificándose con el Mago Baltasar, que, según la tradición, es de raza negra.
En el norte verde, Región de Coquimbo, a 12 km de Ovalle, la Epifanía es celebrada en el Santuario del Niño Dios de Sotaquí, una devoción que data del siglo XIX, que se inicia de manera privada, y que pasa a la parroquia en el año 1873. La fiesta congrega a miles de devotos, peregrinos y hermandades de bailes de chinos, que acuden de diversos puntos del país y del extranjero.
Aparte de abrazarnos deseándonos un Feliz Año Nuevo, el único deseo universal, que más bien es un clamor, es que, por favor, sea sin coronavirus. Con eso nos basta. Roguemos por ello.
En Jesús, María y Pablo,
El Director