Este año bisiesto, extraordinariamente, la liturgia ubica la Solemnidad de la Anunciación el 8 de abril, que, tradicionalmente es celebrada el 25 de marzo.
El relato de san Lucas (Lc 1, 26-33, 38) nos muestra la humildad y disponibilidad de la Virgen María a los planes de Dios, demostrada con la frase: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.
En las Escrituras no se menciona la edad de María cuando el Ángel Gabriel le anuncia que será la madre de Jesús. Sin embargo, las tradiciones judías dan una idea y proporcionan un rango de edad aproximado.
En aquellos tiempos, las parejas se casan muy jóvenes porque la expectativa de vida promedio, para la mayoría de las personas, es entre 30 y 40 años. Además, la edad más temprana en la que una mujer puede concebir es, generalmente, entre los 12 y los 14 años.
Al verlo desde este contexto, la Anunciación es un evento más que notable: una joven adolescente responde afirmativamente a Dios, que la elige para llevar en su vientre al Hijo de Dios, lo que genera en nosotros un gran amor, ternura y admiración hacia nuestra Madre del cielo.
Basados en el relato de la Anunciación surgen dos oraciones: el Avemaría y el Ángelus. El saludo del Ángel pasa a ser la primera parte del Avemaría que rezamos en el Rosario. El Ángelus recrea la escena relatada en Lucas, alternándolo con tres Avemarías.
Este mes, en el cuarto domingo de Pascua, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Ante la dramática carencia de jóvenes en los Seminarios y casas religiosas masculinas y femeninas, debemos rezar para que, a ejemplo de la disponibilidad de María, muchos jóvenes respondan afirmativamente al llamado de Dios: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha (Lc 10, 2).
En Jesús, María y Pablo,
El Director.