Nuestra comunidad, si es la de Jesús, es un lugar de fiesta, de perdón y de amor fraterno. Nos disponemos a vivirlo intensamente en esta eucaristía para llevarlo a la vida.
Pedimos perdón: Por no haber manifestado nuestra alegría de redimidos. Por haber desprestigiado el evangelio con nuestras incoherencias. Por haber preferido las cosas efímeras a los bienes del Reino.
Que el Señor nos mire siempre con amor de Padre; lo que conlleva que nosotros vivamos como hijos verdaderos.
El pan y el vino, frutos de muchos granos, son un llamado a vivir en la unidad; lo pedimos al Señor y nos comprometemos a ello.
La comunión con Jesús no puede ni debe reducirse a algo ocasional, debe ser algo que nos haga “participar siempre de su vida”.
Anunciemos a todos que realmente creemos y nos sentimos la comunidad de Jesús: que se alimenta de su palabra y de su cuerpo y se siente solidaria con todos, especialmente con los lejanos y quiere ser para ellos una invitación a que vuelvan.