El simbolismo de la luz llena la liturgia de hoy. Es un apremiante llamado a ser luz en un ambiente contaminado por falsas doctrinas que desvían a la gente.
Nos arrepentimos por las veces que no hemos sido luz y apoyo para nuestros hermanos. Nos preguntamos si nos cultivamos en la fe con la palabra de Dios, la catequesis, la lectura.
La oración nos hace pedir que apresuremos nuestro camino hacia la Pascua ya cercana.
El breve relato narra la primera pascua celebrada por los israelitas en la Tierra prometida.
Apasionada exhortación de san Pablo a que nos dejemos reconciliar con Dios, para vivir la vida nueva en Cristo.
La parábola del hijo pródigo que vuelve a la casa paterna es la más clara muestra de que Dios nos ama perdonando, a pesar de nuestras graves faltas.
Con los dones del pan y del vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, nos ofrecemos también nosotros por la salvación del mundo.
La comunión con Cristo nos haga partícipes de su luz.
A semejanza de Cristo, también el cristiano debe ser portador de luz, en medio de un ambiente incrédulo y debe manifestarlo con la coherencia de su vida.