Hace ya algunas semanas hemos celebrado la Pascua del Señor, y podríamos pensar que la novedad ya pasó, que ya quedaron atrás los días en que la comunidad entera es re-creada por Dios. Sin embargo, la Palabra de hoy nos dice: “Yo hago nuevas todas las cosas”.
Lo nuevo ocupa un lugar central en este domingo. El Señor nos da un mandamiento nuevo, se anuncia una nueva ciudad, un cielo nuevo y tierra nueva, y san Pablo recorre nuevas tierras para anunciar la Buena Nueva. Este mensaje llega a la comunidad como una ráfaga de viento que limpia nuestras comunidades, refresca nuestra vocación de servicio y despeja el camino para que el amor se despliegue en toda su magnitud. Pero surge la pregunta: ¿cómo acoger esa novedad?, ¿cómo vivirla y recibirla?
Ciertamente la novedad no viene desde fuera de nosotros, como podría ser un cambio de casa o la compra de un objeto novedoso para la familia; la novedad vienen desde dentro, nace en el corazón de Dios. El Creador no abandona la obra de sus manos, sino que la sostiene y la renueva constantemente. ¿Su instrumento? El amor. Dios crea por amor y ese es el mayor regalo que nos ha hecho.
Por eso necesitamos constantemente que nos recuerden ese mandamiento nuevo: “ámense los unos a los otros”. El amor no es un bien que se agote, sino que se renueva cada vez que lo dejamos actuar. Cuando no es verdadero, se agota, cuando es egoísta y auto centrado, se agota; pero cuando es a la manera de Jesús, dando la vida, pensando en el bien común, es imperecedero. Por eso cada comunidad cristiana aspira a ser esa nueva Jerusalén, esa nueva ciudad donde todos caben, donde todos son acogidos y en el que al amor alcanza para todos.
CONALI
El tiempo pascual es tiempo de alegría y renovación. Jesucristo resucitado está en medio de nosotros como Aquel que puede hacer nuevas todas las cosas. Cada domingo, al celebrar juntos nuestra fe, la comunidad toda renueva por la fuerza que brota del corazón de Jesús.
La Pascua de Jesús cambió para siempre la vida de la primera comunidad, pasaron del duelo al anuncio incansable de la novedad aportada por Dios. Esa novedad toca a todos, Pablo la lleva por los mares, Juan la narra en su Apocalipsis y anuncia que ya no habrá pena ni lágrimas. Jesús nos deja como testamento un nuevo mandamiento, que cambiará nuestro modo de relacionarnos.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles. Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey.
O bien: Aleluya.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.
Lectura del libro del Apocalipsis. Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la carpa de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó». Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas››.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, como Yo los he amado», dice el Señor. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Durante la Última Cena, después que Judas salió, Jesús, dijo: Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús nos deja un nuevo mandamiento, y probablemente lo conocemos bien. Pero no siempre es fácil vivirlo. ¿Qué experiencias de amor han sido renovadoras en nuestra vida? ¿Qué estructuras familiares y comunitarias podían renovarse si nos decidiéramos a amar al estilo de Jesús?
M. Nos hemos alimentado con el pan de la Palabra de Dios, y ahora participaremos del pan de la eucaristía. El propio Jesús se nos da como alimento. Por eso ahora, con mucha fe, le presentamos nuestras peticiones diciendo:
R. Jesús resucitado, escúchanos.
1.- Por todos los cristianos, por todos los que en cualquier lugar del mundo creen en Jesús y lo aman. Roguemos al Señor. R.
2.- Por los niños y niñas que se preparan para acercarse por primera vez a la mesa de la eucaristía, y por sus padres y catequistas. Roguemos al Señor. R.
3.- Por todos los que participan en entidades que fomentan la buena convivencia y trabajan para una mejor vida colectiva. Roguemos al Señor. R.
4.- Por las viudas, por los viudos, por todos aquellos que sufren la tristeza de haber perdido a un ser querido. Roguemos al Señor. R.
5.- Por nosotros, por nuestros familiares y amigos, por nuestros compañeros de trabajo. Roguemos al Señor. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Jesús resucitado, pan vivo bajado del cielo. Escucha nuestra oración, y haz que vivamos siempre llenos de la alegría de tu Pascua. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Señor, nos reconocemos tus discípulos porque el amor habita entre nosotros, y te alabamos por habernos hecho el regalo de la vida que se renueva con tu amor, por eso te decimos:
R. Quédate con nosotros, Señor.
1.- Te alabamos, Padre del cielo nuevo, porque no cesas de llamar a hombres y mujeres que nos exhortan a perseverar en la fe. R.
2.- Te alabamos, Padre de la tierra nueva, porque nos llamas a secar las lágrimas de quienes sufren en nuestro alrededor. R.
3.- Te alabamos, Padre de la nueva Jerusalén, porque nos invitas a todos a construir tu Iglesia y a renovarla constantemente. R.
M. A ti, que eres nuestro Padre y Padre de Jesús, pedimos que tu reinado crezca entre nosotros, por eso te decimos: Padre nuestro…
Resucitó el Señor/ Haces nuevas todas las cosas/ El Señor de la historia/ María de Nazaret.