Cristo es el Rey del universo. Pero no es un Rey que quiere gobernar en soledad, sino que ha invitado a la Virgen María a reinar con él. Y no sólo ha coronado a su Madre como Reina de todo lo creado, sino que ha querido también invitarnos a nosotros a participar de su realeza. Cada uno de nosotros, recibió por el bautismo, la adopción como hijo de Dios, la fraternidad en Cristo y la realeza como función y ministerio. Somos reyes por el bautismo, llamados a gobernar y regir el Universo en Cristo, con Cristo y para él. Cada una de nuestras actividades y cada uno de nuestros trabajos, pueden convertirse, si los asociamos a Cristo, en un dominio salvífico sobre el Universo.
Dios Padre nos concedió ya este dominio en el Paraíso, cuando nos hizo participar con él en la creación, dándonos la capacidad de poner nombre a los animales y demás seres creados. Este dominio, semejante al de Cristo, no es un dominio de sumisión, sino de amor. Gobernar y regir no es someter por el miedo o el poder, sino pastorear como el Buen Pastor, pensando en el bien de cada oveja. El Buen Pastor se deja incluso matar para salvar a sus ovejas; el Rey del Universo se dejó clavar en la cruz, para que pudiéramos tener vida.
Nosotros vivimos nuestra realeza en el servicio a los hermanos, en el ejercicio de la caridad para con el prójimo. Regir es servir, y no ser servido; gobernar es entregarse por el bien de todos, por la salvación de todos. Pero no es un servicio que se viva sólo en las cosas materiales, es sobre todo un servicio que tiene como finalidad la salvación de todos. Que podamos decir a cada hermano, las palabras que Cristo dirige hoy al buen Ladrón, “hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Comisión Nacional de Liturgia
Cristo es el Rey del Universo, no es un rey como esperaban los israelitas de su tiempo, es un Rey que muestra su victoria en su muerte en la cruz y en su resurrección. Este triunfo es el que hoy conmemoramos en esta celebración dominical. Aclamemos a Cristo, nuestro Rey y Señor.
La coronación de David como Rey de Judá e Israel en Hebrón, es descrita por los ancianos de Israel como un llamado, de parte de Dios, a ser el Pastor de su pueblo.
Lectura del segundo libro de Samuel. Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: «¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: “Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel”». Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el Nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.
San Pablo nos transmite en esta lectura uno de los hermosos himnos cristológicos de la primitiva comunidad cristiana. Por medio de Cristo fue creado el Universo y todo se mantiene en él.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas. Hermanos: Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque Él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor! ¡Bendito el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluia.
Cristo en la cruz manifiesta su soberanía sobre todo lo creado. Incluso el letrero puesto por allí por un romano pagano, declara su realeza. Sube a la cruz para salvarnos, y salva al buen ladrón como primicia de los redimidos.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido! » También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!» Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Sálvate a ti mismo, increpaban todos a Jesús sobre la cruz. Pero el Señor, pudiendo perfectamente bajar de la cruz, para que creyesen en él, decide voluntariamente morir para salvarnos a nosotros. Renuncia a un “sálvate” para aceptar un “salvarnos”. Y nosotros, ¿estamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos por el bien de los demás? ¿Estamos dispuestos a renunciar al bien parcial inmediato, para esperar el bien pleno en el futuro?
M. Elevemos al Señor, Rey del Universo, nuestras súplicas por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero.
1.- Por la Iglesia, revestida hoy de fiesta para celebrar a su Señor como Rey del Universo, para que pueda llevar hasta los confines de la Tierra la buena nueva de la Salvación y del evangelio. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por los que gobiernan y rigen todas las naciones, para que acepten a Cristo como su único Salvador y Rey, y puedan así llevar a cabo muchas obras de bien en favor de sus pueblos. R.
3.- Por nuestros hermanos católicos que sufren persecución y martirio a causa de su fe y por amor a Cristo, para que nuestra oración perseverante los sostenga en sus persecuciones y dificultades. R.
4.- Por todos nosotros, reunidos como Iglesia para celebrar el triunfo de Cristo Rey, para que militando bajo su bandera victoriosa de la cruz, podamos vencer todas las tentaciones. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Escucha, Señor, nuestras súplicas, y atiende a nuestra oración, es la plegaria confiada de tu Iglesia que cree en ti. Tú, que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, oh Cristo, Rey del Universo, que nos salvas por medio de tus sacramentos, y nos llamas a la vida plena, te alabamos y te aclamamos:
R. Gloria a ti, Rey de los siglos.
1.- Porque nos has confiado la custodia y el desarrollo de la creación, por medio del trabajo de cada día. R.
2.- Porque manifiestas tu realeza en la cruz y en el servicio, y nos haces participar de ellos por el Sacramento del Bautismo. R.
3.- Porque has querido salvar al pecador que te acompañaba en la cruz, y a pesar de nuestros pecados, deseas nuestra conversión y salva-ción. R.
M. Te aclamamos y bendecimos como Rey y Señor nuestro. Ven a reinar en nuestras vidas y en el mundo de hoy, por eso pedimos hoy y cada día que venga a nosotros tu Reino, diciendo: Padre nuestro…
Vienen con alegría/ Tomad, Señor/ Tu Reino es vida/ No fijéis los ojos/ María, mírame.