La liturgia eucarística dominical debe ser para nosotros, cristianos, un momento fuerte en el cual juntos alabamos al Señor, juntos escuchamos su palabra, juntos ofrecemos el sacrificio redentor, juntos participamos en el banquete del amor fraterno.
Pedimos perdón por nuestra poca solidaridad; por haber desconocido la presencia de Cristo en los hermanos; por haber sido cristianos “domingueros” y no de todos los días.
Primera lectura: Eclesiástico 3, 17-20.28-29.
Dios ama al hombre humilde y lo glorifica ante él; el soberbio es rechazado por todos.
Segunda lectura: Hebreos 12, 18-19.22-24.
Un llamado ferviente a una vida santa, pues el cristiano ha sido tocado por la presencia viva y vivificante de Jesús, nuestro mediador.
Evangelio: Lucas 14, 1.7-14.
A partir de una situación concreta –un banquete de bodas– Jesús nos ofrece una doble lección: una de buena educación y otra de humildad. Ambas siguen vigentes para hoy.
Oración de los fieles
Presentación de las ofrendas
Los humildes dones del pan y del vino se hacen eucaristía por la fuerza del Espíritu, motivo para dejarnos transformar por el Señor en pan y vino de fraternidad.
Comunión
La comunión con Cristo debe reflejarse en una vida de servicio a los hermanos, hecho con amor. Preguntémonos cómo lo haría Cristo ahora y aquí.
Despedida
Todo en la liturgia de hoy ha sido un llamado al amor del Señor. Mostremos a la gente que en nosotros no es algo ocasional, dominical, sino un compromiso permanente.