Hace ya algunas semanas hemos celebrado la Semana Santa, en la cual miles de personas se reunieron a celebrar al Señor de la Vida en templos, calles y hogares. Imagen similar a la que se nos narra en los Hechos de los Apóstoles, cuando dice que casi toda la ciudad se reunió a escuchar la Palabra de Dios. Es justamente esa misma Palabra la que nos reúne en este tiempo de Pascua, y que la Iglesia ha conservado por siglos como uno de sus principales tesoros. La escuchamos en comunidad ya que Ella, misteriosamente, nos conoce. Es una Palabra viva, es Jesús mismo, a él le creemos, y somos esa muchedumbre del Apocalipsis que se ha renovado con la Resurrección del Señor. Por medio de la Palabra establecemos una relación de confianza con Jesús. Nos lo dice en el evangelio: “escuchan mi voz”, “yo las conozco y ellas me siguen”. Hay una relación de confianza, de conocimiento mutuo.
En nuestros días esa Palabra también tiene voces conocidas: las de nuestros pastores en la Iglesia, las de todos los ministros de la Palabra. Esta Palabra no puede ser monopolizada por nadie, nos pertenece a todos, y como pocas veces en la historia de la humanidad, esa Palabra necesita de voces cono-cidas, de hombres y mujeres que la conozcan bien y estén dispuestos a prestarle la voz. ¿Cómo va un niño a entrar en confianza con la Palabra de Dios si las voces que conoce no se la narran? ¿Cómo van a descubrir en un barrio la fuerza vital de la voz de Dios si sus vecinos creyentes no la pronuncian? Somos hoy día los “Pablo” y los “Bernabé” enviados para anunciar la Buena Noticia de Jesús a todos quienes nos rodean. Por eso hoy, Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, oramos al Señor para que nos envíe pastores dispuestos a prestarle su voz al Señor.
CONALI
Llenos de alegría y de Espíritu Santo, como en tiempos de los Hechos de los Apóstoles, nos reunimos este cuarto domingo de Pascua para escuchar la voz de Jesús, el Buen Pastor de la comunidad, que nos reúne para renovar las maravillas de su resurrección y para invitarnos a seguir sus pasos.
Pablo y Bernabé viajan para anunciar la Buena Noticia, palabra no siempre bien recibida pero que ellos transmiten con firmeza y creatividad. El Apocalipsis nos mostrará el destino de quienes acogen con fe la entrega de Jesús por todos nosotros. Finalmente, en el evangelio Jesús se nos presenta de manera cercana y capaz de establecer una relación especial con sus oyentes.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles. En aquellos días: Pablo y Bernabé continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra”». Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
O bien: Aleluya.
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta Él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a Él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.
Lectura del libro del Apocalipsis. Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano. Y uno de los Ancianos me dijo: «Éstos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono extenderá su carpa sobre ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluya. «Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí», dice el Señor. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jesús dijo: Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús dice que nadie le arrebatará a las ovejas de sus manos. ¿Me siento realmente entre las manos del Señor? ¿Puedo decir que en este tiempo me he puesto con confianza en las manos de Dios? ¿De qué manera, como comunidad, podemos explicitar mejor esa unión entre nosotros y con el Señor?
M. Llenos de la alegría de la Pascua, esa alegría que nada ni nadie nos podrá quitar, presentemos nuestras oraciones al Padre con el deseo de que la salvación y la vida nueva de Jesús lleguen a todos. Oremos diciendo:
R. Escúchanos, Padre.
1.- Por la Iglesia, por la comunidad de seguidores de Jesucristo que el Espíritu ha reunido en toda la Tierra, para que anuncie con valentía tu palabra. Oremos. R.
2.- Por todos los que dedican su vida al servicio de los demás, para que sostenidos por el Señor, no desfallezcan en su tarea. Oremos. R.
3.- Por los enfermos, y por todos los que los atienden, en casa o en los hospitales. Oremos. R.
4.- Por los jóvenes, hombres y mujeres, para que escuchen generosamente la voz de Jesús y se animen a seguirlo como pastores y religiosas. Oremos. R.
5.- Por nosotros, y por nuestros familiares, amigos y vecinos. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Escucha, Padre, nuestra oración. Te la presentamos por tu Hijo Jesucristo el Buen Pastor. Él es el Camino que nos lleva hacia ti; él es la Verdad y la Vida, y vive y reina por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, Señor, que conoces nuestra voz y escuchas nuestras peticiones, te alabamos diciendo:
R. Eres, Señor, luz de las naciones.
1.- Te alabamos porque no dejas de suscitar en medio de tu pueblo pastores que nos transmiten tu amor. R.
2.- Te alabamos por los hombres y mujeres que escuchan tu Palabra y la transmiten a los demás con pasión y generosidad. R.
3.- Te alabamos porque nos invitas a trabajar para erradicar el hambre, la sed y el agobio de los más necesitados de nuestra sociedad. R.
M. Sabiendo que estamos en tus manos y que nunca nos abandonas, te decimos con confianza: Padre nuestro…
Vuelvan los ojos/ Por esa gente, aleluya/ La oración/ Gracias María.