Dios no necesita que le demos gloria, somos nosotros los que nos enriquecemos cuando lo alabamos. Darle gracias es un deber de justicia, por todos los beneficios y regalos que nos concede, y el primero de ellos es la fe.
Los diez leprosos hoy son sanados, pero sólo uno de ellos recibe la salvación. ¿Qué hace diferente a este leproso de los otros nueve que también fueron sanados? La fe, por la cual reconoció al Señor como su Salvador, se postró ante él para adorarlo, y gritó su acción de gracias y su alabanza a Dios. Pudo ver con los ojos de la fe, que esa sanación que recibió por la palabra de Jesús, era un don de Dios, para que pudiera creer en él. Naamán, que era también leproso, dudó de la palabra del profeta Eliseo: los grandes ríos de su patria le parecían mejores para sumergirse que el pequeño río Jordán, pero lo hizo, y quedó sano, y creyó en Dios y en su profeta Eliseo. No siempre son necesarios los grandes acontecimientos o hechos extraordinarios para que los milagros se puedan verificar, a veces son las pequeñas cosas de cada día, las cosas mínimas (como el pequeño río Jordán) las que por la Palabra del Señor quedan transformadas en hechos de vida y de salvación.
Naamán se llevó a su patria un poco de tierra de Israel para poder rezar y agradecer a Dios postrándose sobre tierra santa. El leproso samaritano que regresó, se postró en tierra delante del Señor, glorificando a Dios por el milagro recibido. La palabra y la acción de Cristo los salvaron, la gloria que merece también debe ser de palabra y con la acción. Nuestra vida entera es la que está llamada a dar gloria a Dios, nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro obrar. La gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es dar gloria a Dios.
CONALI
Como los leprosos del evangelio, cada domingo nos acercamos al Señor, en compañía de nuestros hermanos, rogándole que tenga compasión de nosotros. Y así, salvados, sanados y alimentados por él, a gritos le alabaremos y le agradeceremos su misericordia, para que, finalmente, podamos oír de su boca las mismas palabras de vida que dijo al leproso que regresó a él: “Tu fe te ha salvado”.
Naamán, el ministro y poderoso general del imperio asirio, que era leproso, escucha y obedece la palabra del profeta Eliseo, y por esto es sanado de su terrible enfermedad.
Lectura del segundo libro de los Reyes. El profeta Eliseo mandó un mensajero para que dijera a Naamán, el leproso: «Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio». Naamán bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor». Pero Eliseo replicó: «Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada». Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó. Naamán dijo entonces: «De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. El Señor manifestó su victoria.
Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Evangelio significa buena noticia, y la buena noticia tiene un nombre personal: Jesucristo, que vivió, murió y resucitó para nuestra salvación.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo. Querido hijo: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros. Si somos infieles, Él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. Aleluia.
Recibir la sanación corporal no basta para creer en el Señor, es necesario abrir el corazón, agradecer y alabar, para que por la fe podamos ser salvados.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
El hecho prodigioso se convierte en milagro cuando lo miramos con los ojos de la fe y sirve para nuestra salvación. ¿Sabemos mirar los hechos extraordinarios de cada día como un milagro que hay que agradecer al Señor? ¿Podemos alabarlo con gritos de gozo, sin que esto nos avergüence?
M. Presentemos ahora a Dios, nuestras oraciones por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero.
1.- Por la Iglesia, para que pueda seguir desarrollando en todo el mundo el ministerio de la sanación de los cuerpos y de las almas. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por nuestros gobernantes, legisladores y jueces, para que siempre puedan velar y proteger a quienes sufren la enfermedad y la pobreza. R.
3.- Por todos los que hoy son considerados como leprosos y son alejados de la vida social, para que puedan experimentar el gozo de la sanación por la fe en Cristo. R.
4.- Por nuestra comunidad aquí reunida, para que podamos elevar incesantemente a Dios nuestra acción de gracias y nuestra alabanza por las maravillas que nos regala cada día. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Acepta, Señor, estas oraciones que te presentamos por nosotros y por todos, que sean para ti una ofrenda de acción de gracias y de alabanza a tu Nombre. A ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A ti, Señor Jesús, médico de los cuerpos y de las almas, que nos salvas por tu palabra poderosa, te alabamos en este día.
R. Alabado seas por siempre, Señor.
1.- Porque has querido mirarnos con misericordia y darnos tu Cuerpo y Sangre como remedio y salvación. R.
2.- Porque has sanado nuestras heridas, nos has levantado y has restaurado nuestra dignidad. R.
3.- Porque no te fijas en la apariencia, sino que miras lo profundo de nuestro corazón y nos regalas la paz. R.
M. Te alabamos y te damos gracias, Señor, y porque creemos en ti, nos unimos en una sola voz, orando con las palabras que tú nos enseñaste: Padre nuestro…
Destacar hoy el GLORIA, en sintonía con el evangelio. Dios trino/ En tu altar, Señor/ Milagro de amor/ Mi alma glorifica.