En el evangelio de hoy, el Señor Jesús nos muestra cómo Dios está presente en todo lo que pasa, y que nuestra vida de cada día –con todas sus circunstancias– es el camino en el cual él sale a nuestro encuentro y nos invita a actitudes nuevas.
Invitado a comer en una casa, él observa “como los invitados elegían los primeros puestos”
(Lc 14, 7). La aguda observación no nos resulta desconocida: esas personas querían figurar y aparecer como importantes. Jesús ve un elenco de actitudes mediocres que proclaman a gritos el vacío interior de quienes las viven: la torpeza arribista, la absurda vanidad, la indecorosa ostentación, la obsesión por hacerse notar, el ridículo de aplaudirse a sí mismo… Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad?
El modo como alguien se sitúa ante los demás es un gran indicio del estilo de persona que es. Las ganas de ser tenido por importante –en lo que sea– es un mal síntoma, en toda vida humana, en la vida cristiana y en la relación con Dios.
Ante este espectáculo, el Señor hace un sabio llamado a la humildad, no sólo como una actitud de sentido común. Lo hace además refiriéndose a otro Banquete, el del Reino. Lo que allí cuenta, el título que permite participar en él, es la sencillez y la humildad.
La humildad abre todas las puertas porque es la única actitud posible del hombre para situarse adecuadamente ante Dios, que –como dice la Virgen María– “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1, 52): la sencillez va de la mano de la grandeza verdadera.
Jesucristo nos aterriza con su llamada a la humildad, la cual va inseparablemente unida a la invitación a pre-ferir a los humildes y a los pobres; predilección que hace posible sentarse en el Banquete del Reino.
Seguir al Señor Jesús es buscar a los que ocupan el último lugar y han sido excluidos de las mesas de este mundo: junto con ellos podremos sentarnos en el Banquete de Dios.
CONALI
Hoy día nuestra Iglesia recuerda el Día del Migrante, que son tantos hermanos que buscan y esperan ser acogidos tal como pide ser acogido el Señor Jesús que nos dice “era forastero y me acogiste”. Nuestra asamblea eucarística quiere ser siempre una manifestación de acogida a los hermanos como al mismo Señor Jesús.
La lectura del libro del Eclesiástico nos dice unas sabias palabras con las que la tradición del pueblo del Antiguo Testamento nos exhorta a la humildad.
Lectura del libro del Eclesiástico. Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y Él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!
Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es «el Señor». R.
El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.
La lectura de la Carta a los Hebreos nos recuerda que nuestra fe no está en las cosas de este mundo, sino en la adhesión al Señor Jesús, el único Mediador entre Dios y los hombres.
Lectura de la carta a los Hebreos. Hermanos: Ustedes no se han acercado a algo tangible: «fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras», que aquéllos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. «Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón», dice el Señor. Aleluia.
El Señor Jesús nos anuncia la Buena Noticia de la humildad que abre todas las puertas en este mundo y en el Banquete del Reino de Dios. Con oído atento y corazón creyente acojamos esta Buena Noticia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó,
te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado». Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿Cómo le agradezco al Señor Jesús el ser tan humilde y sencillo, de venir a mi encuentro y de amarme hasta dar su vida por mí? ¿Qué pasos me siento llamado a dar para crecer en humildad, sencillez y mayor cercanía a las demás personas?
M. Con la confianza puesta en el Señor Jesús que es manso y humilde de corazón, presentemos nuestra oración al Dios que levanta a los humildes y derriba de sus tronos a los poderosos.
1.- Por la Iglesia, para que se renueve siempre en la humildad y sencillez del Señor Jesús, y sea un signo del amor de Dios por todos los sencillos y humildes de este mundo. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por el papa Francisco y por todos los pastores y ministros de la Iglesia, para que puedan ser un signo de la humildad y cercanía de nuestro Dios. R.
3.- Por todos los que tienen autoridad en nuestro país y realizan algún servicio público, para que busquen ser servidores de los pobres. R.
4.- Por todos los migrantes que lejos de su ambiente y de su cultura buscan mejores condiciones de vida, para que los cristianos –en cualquier lugar– sepamos acoger los como al mismo Señor. R.
5.- Por nuestra comunidad de N., para que seamos cada vez más una comunidad de hombres y mujeres que damos un testimonio creíble de que Dios ama al sencillo y humilde. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Padre misericordioso, acoge estas súplicas de tu pueblo reunido, y aliméntalo siempre con tu Palabra y tu eucaristía. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Padre, tu vienes a nuestro encuentro con la humildad y sencillez del Señor Jesús. Gracias por este regalo: la cercanía de tu amor manifestado en el Señor Jesús. Por eso te alabamos diciendo.
R. ¡Bendito seas, Padre, por tu Hijo Jesús, manso y humilde.
1.- Porque nos conduces por el camino de tu humildad, enseñándonos y corrigiéndonos.
2.- Porque nos llamas a ser discípulos del Señor Jesús siendo testigos creíbles de su cercanía a los sencillos y humildes.
3.- Porque en la Virgen María nos das el mejor anuncio de que Dios derriba de sus tronos a los poderosos y levanta a los humildes.
M. Padre Bueno, en el Señor Jesús nos haces hijos tuyos, por eso podemos decirte con confianza la oración de los hijos, la oración que nos hace hermanos: Padre nuestro…
Canta, Iglesia/ Un niño se te acercó/ Señor, tú eres nuestro pan/ Mi alma glorifica.…