En este mundo de incertidumbres políticas, sociales y religiosas que vivimos, entre epidemias, guerras, inflaciones, cambio climático o confusos planteamientos culturales surge una gran necesidad. Sacar la cabeza del agua, respirar profundamente y preguntarnos: ¿tiene futuro la humanidad? ¿podemos hacer algo para garantizarlo?
La respuesta a estas preguntas pasa necesariamente por el cuidado. El cuidado está en el origen de lo que somos, en nuestro pasado más remoto, en las entrañas mismas de lo que creemos, en el corazón del cristianismo que confiesa a un Dios amor que nos cuida. El cuidado hace posible el presente, el sentido de lo que hacemos, el alma de cada uno de nuestros hogares y comunidades, aquello que permite a millones de seres humanos: enfermos, niños, ancianos, vulnerables y vulnerados garantizar un posible seguir viviendo. Y no podemos pensar en un futuro humano, humanizado y humanizador sin cuidado. Un cuidado universal que llegue a todos, sin discriminaciones, cercanos, desconocidos, amigos o enemigos; un cuidado que lleva a cuidarnos y a cuidar a los demás.
Sería un error dar por supuesto que todos hemos crecido desde la realidad de ser amados y cuidados, que todos sabemos y queremos cuidar. Es tarea de todos nosotros educarnos en el cuidado, generar experiencias fundantes de cuidado, crear plataformas pastorales educativas en las que nos motivemos para aprender a cuidar y sentirnos cuidados. Solo así haremos que esta humanidad llegue a ser profundamente humana y humildemente divina; solo así el pensamiento y propuesta del Papa Francisco será una realidad: Los grandes cambios del mundo pasan por el cuidado. La pedagogía del cuidado es una propuesta para formar de la mejor manera a las generaciones de la humanidad en una cultura del encuentro, que supera la indiferencia.
Entremos en una comunidad, una parroquia, un colegio y recordemos que:
La tarea de todos y cada uno es cuidar con mimo olvidándonos un poco de nosotros mismos. Evangelizar y educar, sobre todo a la luz de la ética del cuidado y en clave evangélica es todo un reto pastoral. Sin duda, que podemos motivar este desafío afirmando que hay más alegría en dar cuidado que en recibir. Como nunca, en este tiempo, es importante trabajar por la cultura del cuidado y de la calidez humana.
P. José María Arnaiz, SM