Jesús y sus discípulos se encuentran en la tierra de Cesarea de Filipo, lugar habitado por paganos. A partir de esta realidad, los discípulos son estimulados a dar una respuesta plena de quién es Jesús. Pedro movido por una moción del espíritu, responde: “Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esta revelación es tan trascendente, que Jesús clarifica una cuestión vital de su identidad: “ser Hijo de Dios” es una revelación hecha por el Padre que está en los cielos y no por persona alguna. Llegar a entender esta identidad de Jesús, necesariamente, nos lleva a hacer conciencia de lo que significa asumir el compromiso, con su proyecto de vida, que es el mismo de su Padre: implantar la justicia y ese Reino de Dios, que ha de encarnarse en nosotros.
Ante la respuesta de Pedro, las palabras de Jesús: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mí Iglesia, se sintetiza la fiel misión de la Iglesia: ser luz para los confundidos; enseñar los contenidos de la fe. No para volvernos incrédulos, sino para conservar la ilusión de la esperanza en Dios y vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús y no de los gurúes de turno. Podemos describir con tres imágenes esta misión de Jesús: En la base, Pedro como la roca (Kephas en arameo) sobre la cual Jesús edifica su Iglesia; la Iglesia, comunidad de los que creen en Jesús y desean imitarlo; Jesús es quien la sostiene. A esta comunidad promete Jesús una duración perenne: los poderes de la muerte no prevalecerán sobre ella. Pedro posee las llaves de esta, es decir, tiene la potestad de atar y desatar. Hoy, en la persona del Papa, la figura de Pedro actúa como el administrador que representa al dueño de casa, quien zanjará lo que está prohibido y lo que está permitido, a quien se debe acoger en la comunidad eclesial o a quien excluir de ella.
¿Por qué la prohibición a los discípulos de divulgar que Jesús es el Mesías? Por dos razones; la primera, su mesianismo podría ser malentendido, se pensaba que el Mesías vendría de las élites y no como pensaba el pueblo, que sería de alguien identificado con las causas del pueblo más humilde; segundo, el mesianismo de Jesús no se comprende si no hay un compromiso serio en el seguimiento y en la identificación con su proyecto salvífico.
“Simón Pedro respondió: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’”, Mt 16, 16.
P. Fredy Peña T., ssp