Por medio de una catequesis a las primeras comunidades cristianas, el evangelio de hoy nos muestra “quién es Jesús” y cómo podemos constatar la Buena Noticia que él es. Juan Bautista prepara la venida del Señor, no la de otro profeta por muy grande que fuera. Su bautismo era la señal que preparaba a las personas para la aceptación de aquella novedad: Jesús, que los invitaba a reflexionar sobre su relación con Dios y la necesaria conversión.
Con frecuencia los seres humanos tendemos a alejarnos de Dios y preferimos aferrarnos a las personas o cosas que colocar a Dios mismo en el centro de nuestro corazón. Centramos nuestras expectativas de vida, intereses y esperanzas en afectos desmedidos, que la mayor de las veces nos traen desilusión y tristeza.
Cuando Juan llama a la conversión nos interpela diciendo: ¿Quién es tu Dios? ¿Qué es lo que ocupa el centro de tu vida? La conversión nos reconduce a Dios y nos dice que en el bautismo hay espacio para la misericordia ¡Este es el gran grito del Adviento! Si alguien está en tinieblas y en sombras de muerte; si alguien perdió la amistad con Dios y no sabe cómo volver a él, ahora es el tiempo de regresar. Es ahora el tiempo de dejar a Dios que entre y habite en nuestro corazón para vivir como él vivió.
Juan Bautista pudo preparar a muchos para la conversión y el bautismo para anunciar a aquel que da el Espíritu Santo; pero solo Dios mismo y el Hijo de Dios pueden comunicarnos su Espíritu. Por medio de él, somos testigos de lo que significa vivir en comunión con Dios.
“Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo…”. Mc 1, 8.
P. Fredy Peña T., ssp