Fredy Peña T., ssp
El evangelio narra cómo Simón Pedro confía en el Señor y tira las redes obteniendo una pesca milagrosa, tras una noche de trabajo en vano. Con el signo de la pesca milagrosa, Jesús plantea el llamado a Simón y a los demás discípulos. Para Simón esta intervención del Señor es motivo de conversión y al mismo tiempo reconoce quién es Jesús: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Pero el Señor no puede alejar a quien se siente indigno o pecador. Dice un antiguo adagio en el ambiente carcelario: “Es necesario rechazar el delito, pero no al delincuente”. Simón no era un delincuente, pero sí un pecador. Por tanto, el Señor sabía muy bien cómo llegar a su corazón y sin recriminaciones, le dice: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.
Simón como, pescador de oficio, conocía perfectamente los lugares y las horas más oportunas para la pesca. En efecto, él y sus compañeros estuvieron toda la noche bregando ¡y no habían pescado nada! No obstante, Jesús sin conocer a Simón ni menos el oficio de la pesca, le dice: “echen las redes…”. Simón pudo haberse opuesto a la orden, pero obedece y sale nuevamente a pescar y se produce el milagro. Muchas veces, cuando hemos probado e intentado todo o se silencian las palabras de la experiencia o de los cálculos humanos; cuando hemos probado la amargura del fracaso o de la desilusión, es decir, que no hemos recibido nada a cambio, entonces es posible el milagro: “Pero, en tu nombre echaré las redes”. Esto es lo más maravilloso de todo.
¿Dónde está el gran milagro? Que Simón Pedro haya creído en Cristo. Incluso cuando todo era incierto, ilógico, adverso y contradictorio para la razón. Porque supo obedecer al Señor y hacer lo que él le pidió. Después, la pesca sobreabundante y las redes repletas son solo una anécdota de lo sucedido. Porque para nuestro Señor no hay imposibles. Sin embargo, lo único “posible” es que nuestro corazón se cierre a su voluntad y no quiera adherirse a su amor incondicional.
“Pero Jesús dijo a Simón: ‘No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres’” (Lc 5, 10).