P. Fredy Peña T., ssp
Cuando Jesús llama a los discípulos e instituye a los Doce, lo hace para que estén con él y anuncien que el Reino de Dios es misericordia y sanación. De este modo, los discípulos de Jesús son llamados Apóstoles, es decir, “enviados”. Luego de esta misión, los Apóstoles aprenden dos cosas: primero, el descanso legítimo para el que misiona; segundo, la sensibilidad para estar atentos a quienes necesitan ayuda. Por esta razón, la compasión no debe quedarse en buenas intenciones o en un mero sentimiento, sino que, con premura, hay que ser solícitos y generosos. De ahí que la expresión “oveja sin pastor” ratifica la crítica de Jesús a los dirigentes religiosos y políticos de Israel, puesto que ignoran y desatienden a su pueblo (cf. Is 56, 9-12; Ez 34).
La misma actitud de estos últimos toman los discípulos y quieren “desentenderse” de la gente. A diferencia del Maestro y pastor, que ante la “indiferencia” reinante propone la “hospitalidad y solidaridad”. Cuánto hay que aprender de la mirada compasiva de Jesús y cuyo corazón tiene la sensibilidad suficiente para darse cuenta de que son muchos los que peregrinan en la fe como ovejas sin pastor.
No obstante, si la misericordia del Señor nos enseña a ser generosos y empáticos, la necesidad de “descanso” constituye también otro aspecto de la vida pastoral. Porque, hemos de recurrir al silencio y a la soledad para aquietar el espíritu, recobrar fuerzas y discernir cuál es la voluntad de Dios, pues la vida del apóstol siempre estará tensionada por dos polos que se atraen: las actividades pastorales y la soledad relacional con Dios.
La caridad de Jesucristo no conoce el “egoísmo”, ni en los propios problemas o dificultades, sino que su misericordia nos enseña a salir del círculo cómodo y estrecho de mi “yo y mis circunstancias” , sean felices o penosas. Mientras más queramos ensimismarnos, más levantemos la mirada del corazón y miremos a Cristo como al pastor que quiere el bien, la dignidad y la libertad de quienes ama.
“Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos” (Mc 6, 33).