Esta semana, el Papa Francisco decidió hacer un paréntesis en su catequesis habitual, para reflexionar sobre la realidad de tantas personas que tienen que dejar su tierra, para buscar un lugar donde poder vivir en paz y con mayor seguridad. El Santo Padre, a lo largo de sus palabras, hizo hincapié en que no sirven las leyes restrictivas ni la militarización de las fronteras, sino generar “vías de acceso seguras y regulares” y “una gobernanza global de las migraciones basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad”.
El Pontífice comenzó hablando sobre el mar y el desierto, dos lugares que se repiten frecuentemente en los testimonios de los migrantes. “Las rutas migratorias actuales a menudo están marcadas por travesías de mares y desiertos, que, para muchas, demasiadas personas, – ¡demasiadas! – son mortales. Por eso quiero detenerme en este drama, en este dolor. Algunas de estas rutas las conocemos mejor, porque suelen estar a menudo bajo los reflectores; otras, la mayoría, son poco conocidas, pero no por ello menos transitadas”, manifestó.
“Del Mediterráneo he hablado muchas veces, porque soy Obispo de Roma y porque es emblemático: el mare nostrum, lugar de comunicación entre pueblos y civilizaciones, se ha convertido en un cementerio”, añadió. Y la peor tragedia que ve el Papa es que muchos de esos muertos se podrían haber salvado: “Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes – para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave”.
Francisco recordó que también en la Biblia el mar y el desierto son lugares de sufrimiento, de miedo, de desesperación; pero, al mismo tiempo, son pasajes que el pueblo debe atravesar para alcanzar la libertad y el cumplimiento de las promesas de Dios.
“Hay un salmo que, dirigiéndose al Señor, dice: «Tú te abriste camino por las aguas, | un vado por las aguas caudalosas, | y no quedaba rastro de tus huellas» (77,20). Y otro canta así: «Guio por el desierto a su pueblo: | porque es eterna su misericordia» (136,16). Estas palabras santas nos dicen que, para acompañar al pueblo en el camino de la libertad, Dios mismo atraviesa el mar y el desierto; Dios no permanece a distancia, no, comparte el drama de los emigrantes, Dios está con ellos, con los migrantes, sufre con ellos, con los migrantes, llora y espera con ellos, con los migrantes. Nos hará bien, hoy, pensar: El Señor está con nuestros migrantes en el mare nostrum, el Señor está con ellos, no con lo que les rechazan”, precisó.
Por ello, el Papa pidió evitar leyes más restrictivas, la militarización de las fronteras o el rechazo de los migrantes. A su modo de ver, esos no son los caminos para evitar más tragedias. “Por el contrario, lo conseguiremos ampliando las rutas de acceso seguras y las vías de acceso legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades; lo conseguiremos fomentando por todos los medios una gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad. Y aunando esfuerzos para combatir el tráfico de seres humanos, para detener a los traficantes criminales que se aprovechan sin piedad de la miseria ajena”, señaló.
Finalmente, el Vicario de Cristo reconoció la labor de aquellos samaritanos que hacen todo lo posible por rescatar y salvar a los migrantes heridos y abandonados en las rutas de la esperanza desesperada, en los cinco continentes. “Estos hombres y mujeres valientes son signo de una humanidad que no se deja contagiar por la malvada cultura de la indiferencia y el descarte: lo que mata a los migrantes es nuestra indiferencia y esa actitud de descartar. Y quienes no pueden estar como ellos «en primera línea», – pienso en tantos buenos que están ahí en primera línea, como Mediterranea Saving Humans y tantas otras asociaciones – no están excluidos de esta lucha por la civilización: nosotros no podemos estar en primera línea, pero no estamos excluidos; hay muchas formas de contribuir, ante todo la oración”, sostuvo.
El Papa concluyó su catequesis con una petición: “unamos nuestros corazones y nuestras fuerzas, para que los mares y los desiertos no sean cementerios, sino espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad”.