La consolación fue el tema central de la novena catequesis del ciclo que el Papa Francisco ha dedicado al tema del discernimiento. Para el Pontífice, la consolación espiritual es un don del Espíritu Santo que nos hace experimentar la presencia de Dios en nuestro interior, nos da alegría y paz, y refuerza en nosotros la fe, la esperanza y el deseo de hacer el bien. También nos da fortaleza en los momentos de prueba y nos impulsa a buscar a Dios sobre todas las cosas. Todo lo opuesto de la desolación, de la que habló la semana anterior.
El discernimiento nos ayuda a distinguir la consolación auténtica de otras falsas consolaciones que en realidad nos alejan de Dios y nos dejan vacíos. La vida de los santos nos brinda hermosos ejemplos de verdadera consolación espiritual. Su “secreto” fue abandonarse con confianza en las manos de Dios y dejarle que sea Él quien haga su obra en ellos y por medio de ellos. Los santos nos enseñan que lo esencial en nuestra vida no es buscar los consuelos de Dios sino al Dios de los consuelos.
“La consolación es un movimiento íntimo, que toca lo profundo de nosotros mismos. No es llamativa, sino que es suave, delicada, como una gota de agua en una esponja): la persona se siente envuelta en la presencia de Dios, siempre de una forma respetuosa con la propia libertad. Nunca es algo desafinado, que trata de forzar nuestra voluntad, tampoco es una euforia pasajera: al contrario, como hemos visto, también el dolor —por ejemplo, por los propios pecados— puede convertirse en motivo de consolación”, explicó el Santo Padre
Francisco continuó abordando la experiencia de los santos, quienes “han sabido hacer grandes cosas, no porque se consideraban buenos y capaces, sino porque fueron conquistados por la dulzura pacificante del amor de Dios”. A su modo de ver, ser consolado es estar en paz con Dios, es sentir que todo está arreglado en paz y que todo es armónico dentro de cada uno de nosotros.
“Es la paz que siente Edith Stein después de la conversión; un año después de haber recibido el Bautismo, ella escribe – así dice Edith Stein: «Cuando me abandono a este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a poco, comienza a colmarme y que, sin ninguna presión por parte de mi voluntad, va a impulsarme hacia nuevas realizaciones. Este aflujo vital me parece ascender de una actividad y de una fuerza que no me pertenecen, pero que llegan a hacerse activas en mí»”, manifestó.
El Papa subrayó luego que la paz que trae como consecuencia la consolación tiene mucho que ver con la esperanza, en la medida que le permite al ser humano mirar hacia el futuro y ponerse en camino para hacer cosas buenas. “En tiempo de consolación, cuando somos consolados, nos vienen ganas de hacer mucho bien, siempre. En cambio, cuando llega el momento de la desolación, nos vienen ganas de cerrarnos en nosotros mismos y de no hacer nada. La consolación te impulsa adelante, al servicio de los demás, de la sociedad, de las personas”, precisó.
La consolación, entonces, “da paz y atrae hacia el Señor, y pone en camino para hacer grandes cosas, cosas buenas”. No es “para quedarse sentados disfrutando de ella, no…”. “Empuja hacia adelante”, al servicio de los demás y de la sociedad. Además, por otra parte, “la consolación espiritual no se puede ‘controlar’”, no es “programable a voluntad”, no se puede decir “que ahora venga la consolación” … no, es un don del Espíritu Santo que “permite una familiaridad con Dios que parece anular las distancias”. Es “espontánea”, tal como testimonia Santa Teresa del Niño Jesús, que, visitando la basílica de Santa Cruz en Jerusalén a la edad de catorce años en Roma, intenta tocar el clavo allí venerado, uno de aquellos con los que Jesús fue crucificado.
“Teresa siente esta osadía suya como un arranque de amor y confianza. Y luego escribe: «Fui realmente demasiado audaz. Pero el Señor ve el fondo de los corazones, sabe que mi intención era pura […]. Actuaba con él como niña que se cree todo permitido y considera como propios los tesoros del Padre»”, dijo Francisco, para luego añadir: “Con esta consolación no nos rendimos frente a las dificultades. […] La consolación nos hace audaces: cuando estamos en momentos de oscuridad, de desolación, y pensamos: “Esto no soy capaz de hacerlo, no…” Tira abajo la desolación. Todo es oscuridad… “No, no puedo hacer… no lo haré”. En cambio, en tiempo de consolación, ante las mismas cosas… “No, yo sigo, yo lo hago”. “¿Pero estás seguro?” “Siento la fuerza de Dios y sigo adelante””.
El Papa explicó luego cómo podemos distinguir entre lo que es la consolación de Dios y las falsas consolaciones que nos propone el Mundo. Estas, a diferencia de la primera que es suave e íntima, es ruidosa y llamativa, y se transforma en un puro entusiasmo sin consistencia, que lleva a plegarse sobre si mismo y a no cuidar de los otros.
“La falsa consolación al final nos deja vacíos, lejos del centro de nuestra existencia. Por esto, cuando nosotros nos sentimos felices, en paz, somos capaces de hacer cualquier cosa. Pero no confundir esa paz con un entusiasmo pasajero, porque el entusiasmo hoy está, después cae y ya no está”, indicó.
Por eso también cuando uno se siente consolado se debe hacer discernimiento, porque la falsa consolación puede convertirse en un peligro si la buscamos como fin en sí misma, de forma obsesiva, y olvidándonos del Señor. Así se corre el riesgo de vivir la relación con Dios “de forma infantil”, de “reducirlo a un objeto para nuestro uso y consumo”.
“Como diría san Bernardo, se buscan las consolaciones de Dios y no se busca al Dios de las consolaciones. Nosotros debemos buscar al Señor y el Señor, con su presencia, nos consuela, nos hace ir adelante”, afirmó el Pontífice.
Finalmente, Francisco sostuvo que debemos aprender a avanzar en nuestra vida “entre las consolaciones de Dios y las desolaciones del pecado del mundo, pero sabiendo distinguir cuando es una consolación de Dios, que te da paz hasta el fondo del alma, de cuando es un entusiasmo pasajero que no es malo, pero no es la consolación de Dios”.
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Dejar nuestra vida y voluntad al cuidado de Dios es lo mejor no es fácil pero es lo mejor