A San Andrés Kim Tae-gon dedicó el Papa Francisco su catequesis en la audiencia general de este miércoles, continuando su presentación a los fieles de figuras ejemplares por el celo apostólico. Después de san Francisco Javier, del que habló el miércoles pasado, hoy eligió al mártir y primer sacerdote coreano, quien dió con alegría su vida por el Evangelio en tiempos y tierras difíciles y hostiles. Pero antes subrayó que “la evangelización de Corea fue obra de los laicos“, afirmando también que “dueron los laicos bautizados los que transmitieron la fe, no había sacerdotes, porque no tenían. Luego, más tarde… pero la primera evangelización la hicieron los laicos. ¿Seríamos capaces de tal cosa? Pensemos …”
A partir del texto del Evangelio que dice “El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. (…) Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. (Mt 10,24-25.27)”, el Santo Padre cuentó que hace unos 200 años, la tierra coreana fue escenario de una severísima persecución de la fe cristiana. “Creer en Jesucristo, en la Corea de entonces, significaba estar dispuestos a dar testimonio hasta la muerte“. E invitó a reflexionar en particular sobre dos aspectos de la vida de san Andrés Kim Tae-gon: el primero es el modo en que se encontraba con los cristianos. Podía hacerlo “de forma no manifiesta, y siempre en presencia de otras personas“, por lo que utilizaba “un signo de reconocimiento acordado de antemano” y luego una pregunta, formulada en secreto: “¿Eres discípulo de Jesús?“. Así, dijo el Papa, “para Andrés Kim, la expresión que resumía toda la identidad del cristiano era ‘discípulo de Cristo'”. Y discípulo significa seguir el camino del Señor.
“La pasión por la evangelización, este celo apostólico tan grande: es un don que nos da el Espíritu. Y aunque el contexto circundante no sea favorable, como el de Andrés Kim en Corea, no cambia, al contrario, se vuelve aún más valioso. San Andrés Kim y otros creyentes coreanos han demostrado que el testimonio del Evangelio dado en tiempos de persecución puede dar mucho fruto para la fe”, manifestó.
El segundo aspecto de la vida de San Andrés que el Papa destacó, se refiere al modo en que acogió en secreto a los misioneros venidos del extranjero. Francsico recordó que en aquella época el régimen prohibía la entrada en el país a todos los extranjeros. Y relató el episodio en que una vez tuvo que caminar por la nieve, sin comer, hasta perder el conocimiento, corriendo el riesgo de congelarse. Pero, de repente, oyó una voz que le animaba a levantarse y reanudar la marcha. Y al despertar, San Andrés vio “como una sombra de alguien que le guiaba“. Francisco sostuvo que esto nos muestra un aspecto importante del celo apostólico y es “el valor de volver a levantarse cuando se cae“. Y planteó la siguiente pregunta a los oyentes: “Pero, los santos, ¿caen? Sí, pero desde los primeros tiempos: pensemos en San Pedro: un gran pecado cometió, ¿eh? Pero tuvo fuerza en la misericordia de Dios y se levantó de nuevo. Y en San Andrés vemos esta fuerza: había caído físicamente, pero tuvo la fuerza de andar, andar, andar para llevar adelante el mensaje. Por difícil que sea la situación, que a veces parece no dejar espacio para el mensaje evangélico, no debemos rendirnos y no debemos renunciar a llevar adelante lo que es esencial en nuestra vida cristiana, es decir, la evangelización”.
El Papa invita a reflexionar sobre cómo cada uno de nosotros puede ser evangelizador, mirando al ejemplo de los santos, pero también a nuestro propio ambiente de vida, y afirmó: “Pensemos en nuestro pequeño entorno: evangelizar a la familia, evangelizar a los amigos, hablar de Jesús, pero hablar de Jesús y evangelizar con el corazón lleno de alegría, lleno de fuerza. Ésta nos la da el Espíritu Santo. Preparémonos para recibir al Espíritu Santo en el próximo Pentecostés y pidámosle esa gracia, la gracia del coraje apostólico, la gracia de evangelizar, de llevar siempre el mensaje de Jesús“.
Finalmente, Francisco concluyó su catequesis motivando a los presentes a pedir “al Señor el celo que movió a san Andrés, que el Señor nos dé la fuerza de su Espíritu Santo, que en este tiempo pedimos con especial intensidad, para testimoniar su Evangelio en lo cotidiano, simplemente siendo “discípulos de Jesús”, en la vocación a la que Dios nos llamó. Pidámosle también que sea siempre ese amigo que nos sostiene en las dificultades, para perseverar en el camino del bien hasta el final“.