Esta mañana, el Papa retomó su ciclo de catequesis sobre la pasión por la evangelización. Y lo hizo recalcando la necesidad de hacer vida las palabras del Evangelio, para así transmitir las enseñanzas de Jesús con la mente, las manos y el corazón. Francisco volvió la mirada hacia el primer llamado hecho a los doce apóstoles, enfatizando la importancia de entender porqué es necesario anunciar, qué es lo que se anuncia y cómo hay que hacerlo.
El Santo Padre explicó que cuando Jesús invitó a seguirlo a sus primeros apóstoles, lo hizo “para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar”. Algo que a simple vista podría parecer contradictorio, pero que tiene un significado mucho más profundo, por cuanto el anuncio nace y se fundamenta en el encuentro concreto, profundo, cercano y auténtico con el Señor. “Toda actividad cristiana, sobre todo la misión, empieza ahí. No se aprende en una academia: ¡no! Empieza por el encuentro con el Señor. Testimoniarlo, de hecho, significa irradiarlo; pero, si no recibimos su luz, estaremos apagados; si no lo frecuentamos, llevaremos nosotros mismos a los demás en vez de a él —me llevo a mí y no a Él—, y todo será en vano”, sostuvo el Pontífice.
De este modo, solo la persona que está verdaderamente con Jesús puede llevar su mensaje al resto del mundo. “Alguien que no está con Él no puede llevar el Evangelio. Llevará ideas, pero no el Evangelio. Igualmente, sin embargo, no hay estar sin ir. De hecho, seguir a Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Jesús no crece”, precisó el Obispo de Roma.
Francisco abordó luego las palabras de Cristo a sus discípulos antes de que los enviará a difundir la Buena Nueva, tal como se relata en el Evangelio de Marcos. En este discurso, Jesús les habría dado tres aspectos claves para su misión: por qué anunciar, qué anunciar y cómo anunciar.
En primer lugar, al preguntarse ¿por qué anunciar?, el Papa recordó lo que dijo Jesús: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. De este modo, debemos tener claro que el anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados.
“Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero con el mismo estilo, es decir con gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don; hemos recibido un don y nuestra vocación es hacernos nosotros don para los otros; está en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡debe ser compartida con los hermanos y las hermanas que todavía no lo saben! Este es el porqué del anuncio. Ir y llevar la alegría de lo que nosotros hemos recibido”, afirmó el Papa.
En segundo término, Jesús les confió el mensaje que debían compartir con todas las personas : “Id proclamando que el Reino de los cielos está cerca”. Vale decir, aclaró el Santo Padre, reconocer y comunicar que Dios está cerca: “La cercanía es una de las cosas más importantes de Dios. Son tres cosas importantes: cercanía, misericordia y ternura. No olvidar esto. ¿Quién es Dios? El Cercano, el Tierno, el Misericordioso. Esta es la realidad de Dios. Nosotros, predicando, a menudo invitamos a la gente a hacer algo, y esto está bien; pero no nos olvidemos que el mensaje principal es que Él está cerca: cercanía, misericordia y ternura”.
El Pontífice también indico que, al proclamar el mensaje, se debe evitar cualquier tipo de protagonismo. Mas bien hay que dejarse moldear por Dios; escucharlo a él más que solo hablar, como si lo importante fuera el mensajero más que el mensaje. “Si ponemos en primer lugar lo que hacemos, los protagonistas seguiremos siendo nosotros. En cambio, el anuncio debe dar el primado a Dios: dar el primado a Dios, en el primer lugar Dios, y dar a los otros la oportunidad de acogerlo, de darse cuenta que Él está cerca. Y yo, detrás”, manifestó.
Finalmente, el tercer aspecto tiene que ver con la forma en que debe hacerse el anuncio. Y no hay mejor manera de hacerlo que a través del testimonio, ya que este involucra a la mente, el cuerpo y el corazón.
“El testimonio no involucra solamente la mente y decir alguna cosa, los conceptos: no. Involucra todo, mente, corazón, manos, todo, los tres lenguajes de la persona: el lenguaje del pensamiento, el lenguaje del afecto y el lenguaje de la acción. Los tres lenguajes. No se puede evangelizar solamente con la mente o solamente con el corazón o solamente con las manos. Todo se involucra”, dijo Francisco.
Y Jesús va aún más lejos: les pide a sus discípulos actuar “como ovejas en medio de lobos”. Vale decir, Jesús no quiere que enfrenten al mundo argumentando, contraatacando y defendiéndonos para ganar prestigio, y así facilitar la difusión del Evangelio. Por el contrario, les dice a sus seguidores que deben ser humildes por que Dios cuidará de ellos.
“Nos pide que seamos así, mansos y con las ganas de ser inocentes, estar dispuestos al sacrificio; de hecho, el cordero representa esto: mansedumbre, inocencia, entrega, ternura. Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y les protegerá de los lobos. En cambio, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y devorados (…)Si yo quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, agradables con el Señor”, precisó.
Finalmente, Jesús también les dice qué cosas no deben llevar: “No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”. Por lo tanto, el enviado del Señor debe ir al mundo sin mundanidad, sin apoyarte en certezas materiales o económicas.
“Esto es lo que hay que decir: yo voy al mundo no con el estilo del mundo, no con los valores del mundo, no con la mundanidad —que para la Iglesia, caer en la mundanidad es lo peor que puede suceder—. Voy con sencillez. Así se anuncia: mostrando a Jesús más que hablando de Jesús. ¿Y cómo mostramos a Jesús? Con nuestro testimonio. Y finalmente, yendo juntos, en comunidad: el Señor envía a todos los discípulos, pero nadie va solo. La Iglesia apostólica es enteramente misionera y en la misión encuentra su unidad. Por tanto: id mansos y buenos como corderos”, concluyo el Santo Padre.