La Carta de san Pablo a los Gálatas nuevamente fue el eje central de la catequesis que el Papa Francisco ha venido desarrollando en su audiencia general de los miércoles. Esta vez, el tema central de su intervención fue La libertad cristiana, fermento universal de liberación. En ese sentido, el Santo Padre destacó que la libertad es una gracia que nos ha sido concedida gratuitamente, por el amor de Cristo, lo que nos impone una responsabilidad: ser capaces de anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvador respetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas.
“Acoger la fe conlleva para él renunciar no al corazón de las culturas y de las tradiciones, sino solo a lo que puede obstaculizar la novedad y la pureza del Evangelio. Porque la libertad obtenida de la muerte y resurrección del Señor no entra en conflicto con las culturas, con las tradiciones que hemos recibido, sino que más bien introduce en ellas una libertad nueva, una novedad liberadora, la del Evangelio”, manifestó el Pontífice.
Por lo tanto, de acuerdo a Francisco, la liberación obtenida con el bautismo permite a los cristianos adquirir la plena dignidad de hijos de Dios, de forma que, mientras permanecemos bien arraigados en nuestras raíces culturales, al mismo tiempo nos abrimos al universalismo de la fe que entra en toda cultura, reconoce las semillas de verdad presentes y las desarrolla llevando a plenitud el bien contenido en ellas. “Aceptar que nosotros hemos sido liberados por Cristo —su pasión, su muerte, su resurrección— es aceptar y llevar la plenitud también a las diferentes tradiciones de cada pueblo. La verdadera plenitud”, precisó.
La libertad que Cristo nos entrega por su gracia y por amor es lo que le permite al cristiano comprender el verdadero sentido de la inculturación del Evangelio que, de acuerdo al Papa, es “ser capaces de anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvador respetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas”. Sin embargo, el Vicario de Cristo reconoció que, al emprender la tarea de llevar la Palabra a todos los pueblos, existe el riesgo de querer imponer el propio modelo de vida como si fuera el más evolucionado y el más atractivo.
“¡Cuántos errores se han realizado en la historia de la evangelización queriendo imponer un solo modelo cultural! ¡La uniformidad como regla de vida no es cristiano! ¡La unidad sí, la uniformidad no! A veces, no se ha renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el propio punto de vista. Pensemos en las guerras. De esta manera, se ha privado a la Iglesia de la riqueza de muchas expresiones locales que llevan consigo la tradición cultural de enteras poblaciones. ¡Pero esto es exactamente lo contrario de la libertad cristiana!”, sostuvo.
Por lo tanto, la tarea de comunicar la Palabra se debe hacer a partir del respeto al origen cultural de cada persona, para incluirla en un espacio de libertad que no sea restringido por alguna imposición dada por una sola cultura predominante. “Este es el sentido de llamarnos católicos, de hablar de Iglesia católica: no es una denominación sociológica para distinguirnos de otros cristianos. Católico es un adjetivo que significa universal: la catolicidad, la universalidad. Iglesia universal, es decir, católica, quiere decir que la Iglesia tiene en sí, en su naturaleza misma, la apertura a todos los pueblos y las culturas de todo tiempo, porque Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos”, enfatizó el Papa.
Para el Pontífice, es fundamental que el cristiano mantenga un espíritu de peregrino, siempre en camino, siguiendo juntos las huellas de Cristo con libertad y alegría, hacia esa patria a la que Dios nos convoca. Y en ese caminar, debemos ser conscientes de los cambios, para ser conscientes de la dimensión dinámica de la fe.
“La cultura está, por su misma naturaleza, en continúa transformación. Se puede pensar en cómo somos llamados a anunciar el Evangelio en este momento histórico de gran cambio cultural, donde una tecnología cada vez más avanzada parece tener el predominio. Si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones. La libertad de la fe cristiana —la libertad cristiana— no indica una visión estática de la vida y de la cultura, sino una visión dinámica, una visión dinámica también de la tradición”, explicó Francisco, para luego concluir que “la tradición crece pero siempre con la misma naturaleza. Por tanto, no pretendamos tener posesión de la libertad. Hemos recibido un don para custodiar. Y es más bien la libertad que nos pide a cada uno estar en un constante camino, orientados hacia su plenitud. Es la condición de peregrinos; es el estado de caminantes, en un continuo éxodo: liberados de la esclavitud para caminar hacia la plenitud de la libertad. Y este es el gran don que nos ha dado Jesucristo. El Señor nos ha liberado de la esclavitud gratuitamente y nos ha puesto en el camino para caminar en la plena libertad”.