José Antonio Atucha Abad.
Queridos lectores, que la paz y la gracia de Cristo resucitado esté en cada uno de Uds.
El papa Francisco nos llama a redescubrir el don de la oración cristina y a vivir en este año 2024, el Año de la Oración, previo al Año Santo de 2025. El pontífice afirma: “El Año de la Oración es una oportunidad para dejarnos transformar por el Señor, para ello es necesario entrar en diálogo con él para ser sostenidos por su amor misericordioso que es capaz de borrar el odio de nuestro corazón y llenarlo de la abundante alegría de su paz y de la valentía del perdón”. En este sentido, –como creyentes–, sabemos que, en la oración, el Padre Dios sostiene nuestro caminar espiritual, los propósitos de santidad y nuestras luchas espirituales. Porque, es “la oración la que transforma nuestra vida: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría e infunde la fuerza para perdonar. En algún momento nos parecerá que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que la gracia vive y obra en cada uno mediante la oración”. El Papa reconoce y asiente que la oración nos ayuda a amar a los otros. Y más allá de sus errores o sus pecados, la persona siempre es más importante que sus acciones. Y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado.
Reconozcamos que a todos nos cuesta orar, no es fácil entrar en uno mismo, en el silencio y el recogimiento para estar con Dios. En muchas ocasiones, nos sentimos tironeados por lo externo, el trabajo, lo urgente, lo entretenido, lo que distrae. Pareciera ser que el hombre de hoy no valora suficientemente la oración. Se escusa y dice que no dispone del tiempo y ánimo necesarios para entrar en un diálogo íntimo y cercano con Dios nuestro Padre. Porque son muchas las preocupaciones, el cansancio generalizado y la dispersión de los sentidos, los que ponen distancia y relegan a un segundo lugar la invitación de Jesús para orar siempre.
Por estas razones, les propongo que este año redescubramos y profundicemos la oración del “Padre nuestro”, que el mismo Divino Maestro nos enseñó a orar. Sentir a Dios como Padre es algo maravilloso, nos llena de admiración y gratitud. Además, nos ayuda para alejar toda duda, temor y nos ofrece el mejor fundamento de toda la vida cristiana.
Jesús nos ha dado, en el «Padre nuestro» (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4), el esquema esencial de la oración cristiana. Ante todo, sobresale el concepto de la paternidad de Dios. Dios es el Padre que nos hace partícipes de su vida divina. Es él quien se acerca a nosotros y pone su morada en los que le aman: «Jesús le respondió: ‘El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él’» (Jn 14, 23).
Precisamente, en este “Año de la oración”, busquemos animarnos y motivarnos para crecer en la vida de amistad con Dios. Tomemos la determinación de orar diariamente con fidelidad. Orar con la Palabra, la meditación personal, y muy importante, con la oración comunitaria. Trabajemos, con creatividad, para llegar a ser comunidades orantes, eucarísticas y marianas.
Para reflexionar:
¿Cómo está mi vida de oración? ¿Soy fiel al encuentro diario con Jesús, o lo postergo por otros motivos?
Con el aprecio de siempre. Se despide de Uds.
José Antonio Atucha Abad.