A menudo se considera la lectura como algo natural al ser humano, olvidando la complejidad que esta actividad encierra. Sin embargo y como fruto de esta normalización, es que se han ido instalando ciertas creencias o mitos respecto al acto de aprender a leer. Por ejemplo, una creencia usual es que “a leer se aprende (en la escuela), de una vez y para siempre”, pero esta afirmación es solo un mito que, lamentablemente genera consecuencias para la enseñanza en los distintos niveles educativos, según la Dra. Carla Muñoz, investigadora principal del Núcleo Milenio para la Ciencia del Aprendizaje (MiNSoL) en la Universidad Católica del Maule.
“En nuestras sociedades actuales lo escrito se encuentra omnipresente, haciendo que nos parezca natural. Pero lo cierto es que para llegar a procesar el lenguaje escrito y comprenderlo deben cumplirse previamente muchas condiciones”, señaló la académica, quien profundizó en que se trata de una práctica social y cultural naturalizada, donde además de contar con condiciones físicas como cognitivas adecuadas, el niño necesita un soporte social que lo habilite para acceder a la cultura letrada.
LA LECTURA NO ES UN ACTO NATURAL
A nivel físico, el niño debe contar con una visión adecuada, pero también audición para escuchar y gozar con los relatos de otros (“la lectura puede ser también la lectura que otros comparten con nosotros oralmente”). Junto con estas condiciones perceptuales, quien está aprendiendo debe contar con capacidades de atención y memoria, que le permitirán leer, retener y comprender lo leído.
“Finalmente, se requiere de una comunidad que apoye este proceso ofreciendo materiales y modelando la lectura, mostrando diversos materiales escritos en uso, estimulando los gustos personales y la exploración de lo escrito en sus diversas facetas. Así, es posible afirmar que la lectura no es un acto natural, sino cultural y que no se aprende de una vez y para siempre” precisó la Dra. Muñoz, y agregó que la lectura no se aprende solo en la escuela y somos los padres y/o cuidadores los primeros agentes mediadores de la cultura escrita para con nuestros niños.
¿POR QUÉ LA GENTE LEE?
Y ¿cuándo lo hace? son las primeras preguntas que deben surgir incluso mucho antes de que el niño sepa leer y escribir. “En este sentido, las actividades familiares son relevantes y pueden marcar la diferencia en el acceso a la cultura escrita. Cuando los niños ven a otros leer, se familiarizan con las distintas formas de lo impreso” explicó la académica.
“La investigación demuestra que los niños sienten más interés por la lectura y la escritura cuando observan estas actividades y participan de ellas junto a escritores y lectores más competentes, en especial cuando se trata de sus propios padres y sus hermanos mayores u otros significativos para ellos”, aseveró la Doctora Muñoz.
A LEER NO SE APRENDE (SOLO) EN LA ESCUELA
La investigadora de MiNSoL concluyó indicando que se aprende a leer por medio de la aproximación a tareas reales en contextos pertinentes. “Cualquier situación cotidiana en que esté asociada la lectura -como es el caso de salir de compras, reconocer las boletas de pago, su forma y función, el uso del calendario; entre otros- puede servir de excusa para mediar entre el niño y su acercamiento a la cultura escrita. Por eso, de nosotros (los adultos) depende que este aprendizaje parezca “natural”.