Solemnidad
Motivación de entrada
Celebramos hoy los santos anónimos -los no canonizados por la Iglesia- pero que ya gozan de la gloria de Dios. Es una buena oportunidad para recordar que todos estamos llamados a la santidad y ésta es don de Dios: es él quien nos santifica, pero exige también nuestra cooperación.
Acto penitencial
Por haber sido sordos a los llamados del Padre Dios a que seamos santos. Por haber creído que la santidad es sólo de algunos privilegiados. Por no haber vivido la santidad menuda, cotidiana, posible.
LECTURAS CICLO A-B-C
Primera lectura: Apocalipsis 7, 2-4.9-14.
Visión de la multitud de los salvados: ellos han pasado por la gran tribulación y ahora, glorificados, adoran y alaban a Dios en la eternidad.
Segunda lectura: 1 Juan 3, 1-3.
Por su gran amor, el Padre nos ha llamado y hecho hijos suyos. Esto compromete a llevar una vida santa.
Evangelio: Mateo 4, 25 – 5, 12.
Las bienaventuranzas son el código más alto de la vida cristiana. Seremos felices en la medida en que seamos pobres, sufridos, transparentes, misericordiosos, constructores de paz.
Oración de los fieles
Presentación de las ofrendas
El pan y el vino que ofrecemos, fruto de la tierra y del trabajo cotidiano, son también fruto de nuestro amor. El Espíritu Santo, al convertirlos en el cuerpo y la sangre de Jesús, los hace vehículos de santidad.
Comunión
La comunión con Cristo nos lleva a participar de la santidad de Dios. Debe nacer de aquí nuestro compromiso de “ser santos como Dios es santo “.
Despedida
Volvamos a nuestra casa con la certeza de que la santidad es el estado normal del verdadero cristiano. El santo es el amigo de Cristo, el signo más alto de hombre. Su campo de santificación es la vida cotidiana: el trabajo, la profesión, e incluso el descanso y el entretenimiento. Todo realizado con amor y alegría.