Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena.
La comunidad cristiana celebra este tercer domingo de agosto el 20° del Tiempo Ordinario. Como cada domingo acoge textos bíblicos hermosos y de numerosas perspectivas: La primera lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6; el Salmo responsorial es el 33, 2-3.10-15; la segunda lectura de la Carta a los Efesios 5, 15-20 y el evangelio de Juan 6, 51-59.
Celebramos también hoy en las comunidades y a nivel país el Día Nacional de la Solidaridad, aniversario de la pascua de San Alberto Hurtado, quien hiciera del amor a los más pobres una opción permanente de vida.
En la mayoría de las comunidades eclesiales se celebra agosto como mes de la solidaridad. En la arquidiócesis se inició el jueves 1 con la partida de actividades, todas ellas bajo el lema propuesto por el Área Pastoral Social Caritas: “Nuestra imitación de Cristo consiste en vivir la vida de Cristo”, una hermosa y desafiante palabra de San Alberto Hurtado. Alcanza este mes su culminación hoy domingo 18 de agosto, sin embargo, los programas se extienden hasta el sábado 31, lo cual es significativo, pues este día nos convoca a que la solidaridad sea entre nosotros un modo permanente de vida.
Efectivamente y, gracias a Dios, en todas las parroquias y comunidades, como también en instancias civiles y sociales se cuenta con numerosas personas siempre dispuestas a extender la mano en un gesto generoso de servicio, aporte y atención a los más necesitados. Todo ello, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, de san Alberto Hurtado y de miles que nos han precedido en el amor a Dios y al prójimo, dejándonos un legado que nos inspira, impulsa y motiva a poner en práctica los ideales que están en nuestro propio corazón. Celebrando hoy el Misterio de nuestra fe, la santa Eucaristía, acogiendo la Palabra del Señor, acercándonos a recibir su Cuerpo y Sangre, participando también al Cuerpo que es su Iglesia, renovémonos en el compromiso de acrecentar entre nosotros el espíritu solidario, que nos enseñara nuestro Maestro.
El pasaje del Evangelio que se proclama hoy -Juan 6, 51-59- es la última parte del llamado “Discurso del Pan de la Vida”, proseguirá manifestando las reacciones de los presentes al anuncio fundamental, la revelación de Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo” (v 51). El domingo precedente, en la sección proclamada -Juan 6, 41-51- se acentuó el tema de la fe. Creer en Jesucristo como lo fundamental. La adhesión a su persona y a su Mensaje es lo prioritario para seguir el camino de su discipulado y tener vida en Él. Mientras en este domingo es resaltado el “comer” su carne, para tener vida eterna: “Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne” (v 51).
La objeción de los judíos: “¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?” (v 52), el Señor les responde ampliando aún más su afirmación primera, también al “beber su Sangre”, para tener vida eterna y la resurrección el último día: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (v 54).
La celebración eucarística del domingo es la óptima ocasión para acoger a Cristo “Pan vivo bajado del cielo” (v 51), primero en la Mesa de la Palabra, luego en la recepción de su Cuerpo y Sangre, como también en la comunidad fraterna de las hermanas y hermanos. ¡Qué cada domingo sea una ocasión privilegiada para nutrirnos en la vida espiritual y fortalecidos proseguir el camino de nuestro seguimiento del Señor!
La comunidad cristiana domingo tras domingo recibe la gran bendición de la entrega del Señor en la Eucaristía, su Cuerpo y Sangre, para tener vida eterna en Él.
“¡Qué cada domingo sea una ocasión privilegiada para nutrirnos en la vida espiritual y fortalecidos proseguir el camino de nuestro seguimiento del Señor!”.