Tras la pausa de julio y las reflexiones, de la semana pasada, dedicadas a su viaje apostólico a Canadá, el Pontífice – en el Aula Pablo VI repleta de fieles – desarrolló su decimosexta catequesis sobre la tercera edad como “un tiempo proyectado hacia la plenitud“, que es un pasaje a través de la fragilidad de la fe y del testimonio y “a través de los desafíos de la fraternidad“.
Hablando en nuestro idioma el Santo Padre dijo a los queridos hermanos y hermanas presentes: “En esta catequesis contemplamos a Jesús que se despide de sus discípulos con palabras de consuelo. Les dice: ‘No se inquieten, voy a prepararles un lugar en la Casa de mi Padre’. Después de la Ascensión del Maestro a los cielos, los discípulos experimentan, por un lado, la fragilidad del testimonio y los desafíos de la fraternidad, y por otro, la fortaleza que radica en las promesas y bendiciones del Señor”.
El Obispo de Roma añadió que también nosotros, “en el seguimiento de Jesús, recorremos el camino de la vida como aprendices, experimentando dificultades y fatigas”. En este camino se nos invita, con la gracia de Dios, a salir de nosotros mismos y a ir siempre más allá, hasta llegar a la meta definitiva, que es el encuentro con Cristo”.
De la ancianidad, el Santo Padre dijo que “es el tiempo propicio para dar testimonio de la espera anhelante de ese encuentro definitivo. Por eso, sería interesante que las Iglesias locales, acompañando a las personas ancianas, las ayuden a reavivar el ministerio de la espera del Señor”.
“La vejez es sabia. La vejez es noble, no necesita ser “maquillada” para mostrar su nobleza. La vejez es creíble cuando nos invita a alegrarnos del paso del tiempo: el paso del tiempo no es una amenaza, es una promesa“, reafirmó el Papa, tal como ha sido la tónica de sus catequesis sobre los adultos mayores.
Francisco cerró la audiencia saludando a los peregrinos presentes y se refirió también a lo sucedido en Cuba: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española; chilenos, mexicanos, argentinos, hay de todo hoy. Quiero expresar mi cercanía de modo especial a los afectados en la tragedia causada por las explosiones y el incendio en la Base petrolera de Matanzas, en Cuba. Pidámosle a nuestra Madre, Reina del cielo, que vele por las víctimas de esta tragedia y sus familias. Y que interceda por todos nosotros ante el Señor, para que sepamos dar testimonio de la fe y la esperanza en la “vida del mundo futuro”. Que Dios los bendiga. Muchas gracias“.