La importancia de la sabiduría de los mayores, en la medida da que son capaces de conservar la pasión por la justicia, el bien y la fe en un mundo que puede conducirlos hacia el desencanto, fue el tema central de la Catequesis que el Papa Francisco desarrollo este miércoles frente al público congregado en la plaza de San Pedro.
A partir de la lectura de un pasaje del Libro del Eclesiastés, que dice “Todo es vanidad», todo es vanidad: el estribillo que va y viene; todo es vanidad, todo es niebla, todo es humo, todo está vacío”, el Santo Padre resaltó la capacidad que tienen los mayores para sobreponerse a una concepción de la vida y el mundo que racionaliza y cuántifica todo, y que, en un extremo, solo alimenta una intuición negativa que desemboca en la indiferencia. “El desencanto, en la vejez, viene. Y por tanto, la resistencia de la vejez a los efectos desmoralizantes de este desencanto es decisiva: si los ancianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la fe”, precisó.
A su modo de ver, una cultura concebida solamente de un modo racional de ver las cosas, puede producir también una desmoralización colectiva del sentido, una desmoralización del amor y una desmoralización también del bien. “Esta desmoralización nos quita el deseo de hacer. Una presunta “verdad”, que se limita a registrar el mundo, registra también su indiferencia hacia los opuestos y los entrega, sin redención, al fluir del tiempo y al destino de la nada. De esta forma —revestida de cientificidad, pero también muy insensible y muy amoral— la búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse totalmente de la pasión por la justicia”, dijo.
Para Francisco, la desmoralización del conocimiento, que ya no apunta hacia la justicia y el bien como motores de su acción, le quita a las personas su deseo de hacer. “Una presunta “verdad”, que se limita a registrar el mundo, registra también su indiferencia hacia los opuestos y los entrega, sin redención, al fluir del tiempo y al destino de la nada. De esta forma —revestida de cientificidad, pero también muy insensible y muy amoral— la búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse totalmente de la pasión por la justicia. Ya no cree en su destino, en su promesa, en su redención”, señaló el Papa.
“Para nuestra cultura moderna, que al conocimiento exacto de las cosas quisiera entregar prácticamente todo, la aparición de esta nueva razón cínica —que suma conocimiento e irresponsabilidad— es un contragolpe muy duro. De hecho, el conocimiento que nos exime de la moralidad, al principio parece una fuente de libertad, de energía, pero pronto se convierte en una parálisis del alma”, agregó luego.
De este modo, la impotencia de la voluntad genera lo que los monjes de la más antigua tradición cristiana definieron como acedia. Una enfermedad del alma que “No es simplemente pereza: no, es más. No es simplemente depresión: no. Más bien, la acedia es la rendición al conocimiento del mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente”, explicó.
Por lo tanto, en nuestro mundo está presente un cinismo de la razón enloquecida, de la razón ideologizada, que se basa solo en la “verdad científica”, sin sensibilidad ni moralidad, es decir, sostuvo el Papa, sin pasión por la justicia. Esta razón cínica e irresponsable, paraliza el alma con la tentación de la omnipotencia del saber. En consecuencia, nos hemos convertido en una sociedad del cansancio, pues, aclaró, el progreso y el bienestar carentes de justicia nos han robado las energías para hacer el bien.
“El libro del Eclesiastés nos enseña a desenmascarar el engaño encubierto de las pseudo-verdades de nuestra época, para poder adherir con entusiasmo a la Bienaventuranza que Jesús promete a quienes no pierden nunca el hambre y la sed de justicia”, afirmó Francisco.
Frente a esa realidad, el Papa propone una solución: sacar a la luz el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente desprovista de justicia. Y en esa tarea los adultos mayores cumplen un rol fundamental: aportan el conocimiento y la mirada en la que están presentes la justicia, el amor y la fe, aportando una perspectiva mucho más amplia, y esperanzadora, de la vida.
“¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los jóvenes! Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin sabiduría de la vida. Y también, estos ancianos devuelven a los jóvenes a la promesa de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6). Serán ellos los que siembren hambre y sed de justicia en los jóvenes. Ánimo, todos nosotros ancianos: ¡ánimo y adelante! Nosotros tenemos una misión muy grande en el mundo”, declaró el Papa.
Francisco concluyó su catequesis con el siguiente llamado: “Pidamos al Señor que nos preserve del desencanto y nos conceda la sabiduría y el buen humor de los ancianos para no dejar nunca de trabajar por la justicia”.