Leccionario Santoral: Flp 4, 4-9; Sal 33, 2-11; Jn 17, 1. 20-26.
LECTURA Hech 20, 17-27
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo, desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando éstos llegaron, Pablo les dijo: «Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse el pie en la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos. Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil; les prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús. Y ahora, como encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan. Pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios. Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a verme. Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente los designios de Dios». Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo se despide de su comunidad después de dos años de evangelización. En este “testamentario”, el Apóstol hace una síntesis de su vida, su apostolado y misión, pero siempre mirando hacia el futuro. A la hora de este adiós, san Pablo se ve a sí mismo como prisionero del espíritu que lo lleva de pueblo en pueblo, por medio de las persecuciones.
SALMO Sal 67, 10-11. 20-21
R. ¡Pueblos de la tierra, canten al Señor!
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! Él carga con nosotros día tras día; Él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte. R.
ALELUIA Jn 14, 16
Aleluia. Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes. Aleluia.
EVANGELIO Jn 17, 1-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, orando así: Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que Él diera Vida eterna a todos los que Tú les has dado. Ésta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que Yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que Tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que Yo salí de ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y Yo vuelvo a ti. Palabra del Señor.
Comentario: Toda la vida de Jesús está orientada hacia esta “hora” final. Orar por su glorificación es la gloria del Padre. La gloria que Jesús solicita coincide con la resurrección, que también tiene un alcance para los suyos y para todo aquel que acoge la revelación con fe y da fruto de amor como el propio Jesús. Todo gesto de amor, a imitación de Cristo, es expresión de eternidad, que se impone al tiempo.