La fiesta del Bautismo del Señor revela quién es Jesús y cuál es su misión. Según el evangelista Mateo, esta es la primera aparición pública de Jesús y acontece en el contexto del bautismo de Juan. No obstante, este último se opone al bautismo de Jesús, porque lo considera improcedente ante la “superioridad” y la “dignidad” del Señor. ¿Qué sentido tiene que el que ha de bautizar con el Espíritu Santo sea bautizado con agua, y más aún, se ponga en la fila de los que están privados del propio Espíritu? Pero Jesús dice… conviene que así cumplamos todo lo que es justo. Es decir, la justicia es todo aquello que se ajusta a la voluntad, al bien y a la santidad de Dios. Por eso Jesús se hace bautizar no en función de una idea personal, sino porque así ha querido su Padre y lo lleva a su cumplimiento, obedeciendo.
En realidad, son pocos los que reconocen su pequeñez o fragilidad ante Dios. A pesar de sus pecados, no han perdido la capacidad de escuchar el anuncio de conversión que el Señor hace siempre. Contemplar este “anuncio” nos ayuda a no olvidar nuestra condición de pecadores y a no sentirnos seguros de nosotros mismos entre los que se creen justos e irreprensibles. Siempre será más loable convertirse por amor al Señor que convertirse por miedo o por sentir culpa, pues eso agregaría un error más a nuestra inmadurez en la fe.
La misión del “Hijo predilecto” es revelar a Dios como Padre y comunicar su amor. Sin embargo, él toma en cuenta la situación de precariedad de cada persona y quiere hacerla salir de ella, otorgándole la reconciliación con Dios. Lástima que los creyentes aún no entienden que Dios no puede ofrecer su perdón si no lo quieren recibir, ya que con los labios dicen estar “arrepentidos”, mientras que su corazón divaga en otras cosas. Dios siempre respeta la libertad humana, aunque eso implique una sinrazón a su querer o voluntad.
“Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo” (Mt 3, 15).
P. Fredy Peña T.