San Andrés Dung-Lac, p., y comps., mrs. (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: Sab 3, 1-9 (o bien: 1Cor 1, 18-25) Sal 125, 1-6; Mt 10, 17-22.
LECTURA Apoc 11, 4-12
Lectura del libro del Apocalipsis. Yo, Juan, oí una voz que me decía: «Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad ?llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto?, allí mismo donde el Señor fue crucificado. Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían atormentado». Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores. Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: «Suban aquí». Y ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. Palabra de Dios.
Comentario: Este relato de los testigos profetas es uno de los más difíciles de descifrar, pero al mismo tiempo el de los más fecundos, puesto que ambos profetas son la imagen de la iglesia profética donde se muestra su misión evangelizadora y de cómo el mal ?en todas sus manifestaciones? impide que su mensaje convierta el corazón del hombre.
SALMO Sal 143, 1-2. 9-10
R. ¡Bendito sea el Señor, mi Roca! Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha. R.
Él es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; Él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies. R.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas, porque Tú das la victoria a los reyes y libras a David, tu servidor. R.
ALELUIA Cf. 2Tim 1, 10
Aleluia. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida mediante la Buena Noticia. Aleluia.
EVANGELIO Lc 20, 27-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda”. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él». Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús enseña con relación a la resurrección y ante la incredulidad de los saduceos, que el matrimonio es una realidad temporal y natural. La resurrección ya no será igual que esta vida terrena, con sus necesidades y deficiencias, pues será un estado de vida distinto y absolutamente pleno. Allí no habrá ya necesidades que satisfacer.