3° de Adviento. Morado.
No se dice Gloria. Credo. Prefacio de Adviento.
Las obras de quien se convierte
Juan predicaba en el desierto, fuera de las ciudades, la penitencia para recibir al Mesías… La gente acudía porque era un hombre espiritual que atraía con su sola presencia… A quienes se comprometían a cambiar de vida los bautizaba.
Quien se convierte pregunta: “¿Qué tengo que hacer?”. Las obras manifestarán si hay una nueva vida, amor sincero y compartir con el prójimo. Juan no pedía heroísmo, como renunciar a la única túnica… pero, si tenía dos, podía ayudar a quien no tenía nada.
A los publicanos, que encarnaban la avaricia por la plata fácil, la mala fe y la traición al propio pueblo colaborando con los invasores, recaudando impuestos, no les exigía que abandonaran su profesión, sí que fueran honestos, no robaran ni defraudaran a la gente. Jesús se comportó de la misma manera con el publicano Zaqueo.
Los judíos tenían prohibido el servicio militar, así que los soldados que se acercaban a Juan eran paganos. También a ellos les llegó la salvación. No pretendía que dejaran la carrera militar, más bien que no robaran ni abusaran de su poder, no extorsionaran con falsas denuncias ni coimearan a la gente. Debían vivir solo con su salario.
Juan predicaba como los profetas que lo precedieron: “Lo bueno que exige de ti el Señor es nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios”.
El ministerio de Juan se concluye resumiendo el núcleo de su predicación: el anuncio de la llegada del Mesías, al que se somete como un siervo a su patrón al que no es digno ni de desatar los cordones de la sandalia, es decir, no tiene autoridad para decirle nada.
Juan, predicador de una penitencia para cambiar de vida, es, sobre todo, quien anuncia a un Mesías salvador y misericordioso con todos, judíos y paganos. Hoy nos anuncia a un Dios que nos recibe con misericordia y espera de nosotros obras de conversión.
“Por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia” (Lc 3, 18).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: En este tercer domingo de Adviento, nos encontramos con Juan el Bautista pidiendo que cambiemos la vida para recibir dignamente al Mesías, salvador y misericordioso.
1ª LECTURA Sof 3, 14-18
Guía: El profeta anuncia al pueblo la pronta liberación del mal y la llegada de la alegría de la reconciliación con Dios.
Lectura de la profecía de Sofonías.
¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta. Palabra de Dios.
SALMO [Sal] Is 12, 2-6
R. ¡Aclamemos al Señor con alegría!
Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; Él fue mi salvación. R.
Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. R.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.
2ª LECTURA Flp 4, 4-7
Guía: ¡El Señor está cerca! Esta es la fuente de nuestra más profunda alegría que podemos experimentar como personas, según san Pablo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.
Hermanos: Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada y, en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. Palabra de Dios.
ALELUIA Is 61, 1
Aleluia. El Espíritu del Señor está sobre mí; Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres. Aleluia.
EVANGELIO Lc 3, 2-3. 10-18
Guía: Juan el Bautista llama a la conversión y al bautismo, pero anuncia que está por llegar Aquel que nos bautizará en el Espíritu Santo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo». Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible». Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Mientras llevamos el pan y el vino sentimos que nos estamos ofreciendo para que el Espíritu Santo y el fuego nos sellen como testigos creíbles del evangelio.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: Al recibir a Cristo en la Eucaristía, dejamos que nos inunde de alegría. LLevé-moslo por las calles de nuestras ciudades, y por los extensos campos y altas montañas.
DESPEDIDA
Guía: Reconfortados con la Palabra de Dios y con la fuerza del sacramento, vayamos a testimoniar que Cristo está entre nosotros y permanecerá para siempre.