Hoy nos preparamos a la eucaristía dominical con la reconfortante palabra de la Escritura: “Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me llamen desde el peligro, yo los escucharé y seré para siempre su Señor”.
Por haber sido sordos al llamado vocacional de Dios. Por haber sido exigentes con los otros y blandos con nosotros mismos. Por no haber perdonado con generosidad y prontitud.
LECTURAS BÍBLICAS
Primera lectura: Amós 8, 4-7.
El profeta afirma, con vehemencia, que Dios toma la defensa de los pobres e indigentes explotados por comerciantes inescrupulosos.
Segunda lectura: 1 Timoteo 2, 1-8.
El cristiano, enseña Pablo, debe abarcar en su oración a todos los hombres, porque Dios los quiere salvos a todos.
Evangelio: Lucas 16, 1-13 (o bien: 16, 10-13).
El cristiano no puede hacer del dinero un ídolo al cual sacrificar todo. El dinero es un medio para la vida y para compartirlo con otros. Como el Padre celestial, el cristiano puede ser “providencia” para los pobres y necesitados.
Presentemos con manos limpias nuestras ofrendas al Señor, mientras nos disponemos a recibir sus bienes con amor de hijos.
Recordemos que la comunión con Cristo no es ni puede ser algo ocasional, sino un encuentro que transforme toda nuestra vida.
Hemos compartido el pan de la palabra y del sacramento: vayamos a compartirlo generosamente con quienes encontraremos hoy y en la semana que comienza.