Gloria. Secuencia. Credo. Prefacio pascual I. Cuasimodo.
Todos queremos, como el apóstol Tomás, pruebas de lo que nos dicen. Nadie quiere pasar por ingenuo con tantos cuentos sobre la religión que dan vueltas. La cultura de hoy exige el “científicamente comprobado”, como un sello de garantía. En las escuelas, en las universidades, se enseña que todo debe ser demostrable, comprobado. Por eso, queremos ver para creer.
Paradójicamente, la credulidad se manifiesta por la fe que damos a los medios de comunicación, en especial a la televisión, que nos muestra lo que aparenta ser verdad, a los líderes ideológicos, a la publicidad, a los vendedores de espiritualidades…
A veces, se pretenden milagros para creer. Pero no se advierte que estos no dan ni hacen la fe, sino que la fe hace los milagros, cuando Dios quiere dar su gracia.
Tomás tuvo la gracia de “ver” y “creer”. Pero también recibió un amoroso reproche por incrédulo. Y más todavía por haberse alejado de la comunidad y dudar del testimonio que recibía de sus hermanos.
No tengamos miedo de presentar al Señor nuestras faltas de fe, nuestra incredulidad. El Señor no nos rechazará por eso, sino que se acercará más todavía. El Señor nos quiere apóstoles, colaboradores, y lo seremos sólo si lo reconocemos libremente, como Tomás, san Pablo, Teresa de Calcuta y tantos otros.
Las pruebas y las demostraciones teológicas no dan la fe, que es un don de Dios que llega a través de la aceptación del evangelio y del testimonio de la comunidad creyente. Es muy difícil, si no vivimos en la unidad de la comunidad y no compartimos alegremente, que recibamos la paz y la alegría que da el resucitado, esa bienaventuranza que el Señor pronunció para todos los que creen.
“¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!” (Jn 20, 29).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Guía: La liturgia de hoy nos llama la atención sobre un hecho significativo: el Señor resucitado se hace presente en la asamblea dominical, máxima expresión de la comunidad cristiana.
Guía: Lucas relata los prodigios que realizaba sobre los enfermos la comunión cristiana primitiva. También nos cuenta sobre el crecimiento de los creyentes y la estimación de que gozaban entre la gente.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados.
Palabra de Dios.
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y Él nos ilumina. R.
Guía: La revelación a Juan reafirma la fe en Jesús, el primero y el último, el viviente, y la misión de escribir lo que está pasando y el futuro de la Iglesia y del mundo.
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: “Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia”. Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: “No temas: Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro”.
Palabra de Dios.
Aleluya. “Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”, dice el Señor. Aleluya.
Guía: Al aparecerse a los discípulos encerrados en el Cenáculo, Jesús les muestra su realidad de resucitado y los confirma en la fe.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
Guía: Ponemos sobre el altar nuestra fidelidad cristiana como manifestación de entrega total a Cristo, con los dones del pan y del vino. Lo hacemos con alegría.
Guía: La unión con Cristo en la eucaristía nos asegura el compromiso de una fe activa, llena de obras buenas.
Guía: Somos no sólo individuos, somos miembros de la comunidad de Jesús. Vayamos a testimoniar comunitariamente a todos la alegría de la resurrección.